46| Búsqueda Implacable.

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NARRADOR OMNISCIENTE.

La prisión se había vuelto un caos, las reclusas corrían de un lado a otro con desesperación mientras que un enorme grupo de policías antidisturbios ingresaban como locos a las instalaciones del centro penitenciario.

─¡Contra la pared, hijas de puta! ─gritó uno de ellos mientras las empotraba de cabeza contra los muros.

─¡Conteo! ─exclamó otro uniformado.

Los guardias de la cárcel estaban cagados de miedo, sabían perfectamente que tendrían serios problemas en caso de que hiciera falta alguna reclusa. 

El tiempo no avanzaba, los oficiales habían echo un barrido de esquina a esquina por toda la cárcel hasta que finalmente uno de ellos se apresura a mencionar en voz alta la noticia más temida por todos.

─Faltan dos reclusas, sin contar la que está en el hospital. ─dijo el hombre de unos treinta y tantos mientras se llevaba las manos a la cabeza con preocupación. 

─¡Maldita sea! ─vociferó uno de los antidisturbios mientras estampaba su puño cerrado contra el vidrio de una puerta rompiendo el cristal en mil pedazos─. ¡Todas a sus celdas, ratas asquerosas! ─ordenó. 

Automáticamente todas las reclusas salieron volando al lugar que se les pidió.

Los guardias iban de celda en celda con hojas en la mano anotando el número de las presidiarias una por una.

Sólo se percibía la tensión en el aire, los harlems estaban en completo silencio, todos se encontraban a la expectativa. 

─Falta la reclusa 157, Roxanne del bloque dos. ─habló un oficial.

─Y también falta la 210, Victoria Rodríguez. ─mencionó otro. 

De repente un misterio abrumador recorrió el lugar y Roxanne pasó a segundo plano, la verdadera pregunta ahora era, ¿Dónde carajos estaba Victoria? 

─Quiero que se dividan, quiero cinco hombres en cada patio buscando a ese pequeño gusano hasta debajo de las rocas. ─habló el jefe del equipo haciendo referencia a Vicky─. Me dejaré de llamar Jacob Pierce si esa hija de puta no aparece. ─añadió.

Este sujeto era realmente aterrador, medía aproximadamente dos metros de altura, tenía barba abundante y el tronco de un árbol se veía pequeño en comparación con sus piernas. 

Había pasado aproximadamente una hora y ningún rastro de Victoria y su pelinegra melena. 

Jacob estaba a punto de explotar de la rabia. 

El hombre le ordenó a todos los oficiales, incluidos los antimotines reunirse en el frente de la prisión, la misma que estaba rodeada por decenas de reporteros en busca de una explicación clara y concisa respecto a lo ocurrido con Olivia.

─¿Quién recuerda haberla visto hoy? ─demandó saber mientras tomaba con fuerza el rifle entre sus manos. 

Nadie respondió, sólo se escuchaban los flashes de las cámaras y los gritos de los representantes de distintos medios de comunicación coreando la misma pregunta:

''¿Qué fue lo que ocurrió con Olivia?''.

─¿Algún auto ha entrado o salido de la prisión hoy? ─preguntó Jacob.

─Sí, el camión de traslado de reclusas tuvo que llevar a un grupo de agentes del FBI hasta la ciudad porque el auto en que vinieron se descompuso. ─respondió uno de los guardias.

─¿Quién estaba encargado de custodiar la entrada hoy? ─gruñió Pierce realmente furioso.

De repente uno de los hombres levantó la mano. Era el oficial Jimy Park.

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