42| Paz.

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Victoria's POV.

La prisión se había vuelto un caos, todas las reclusas estaban perdiendo la cabeza, de repente la cárcel se había llenado de policías e investigadores que por sus trajes pude ver que se trataba del mismísimo FBI.

Tenía un nudo en el estómago, la tristeza y la desesperación acompañada de la incertidumbre al no saber qué había pasado con Olivia me tenía el corazón a punto de explotar.

Estaba temblando de miedo, ahora se vendría lo más complicado, ¿Cómo explicarle a la policía lo que ocurrió? Era cuestión de minutos para que comenzara una investigación, sabía que por obvias razones me llevarían por delante sin importar nada, lo que sea que tenga para decir no servirá para cosa alguna.

─¡Carajo! ─me grité a mi misma mientras daba vueltas de un lado a otro dentro de mi celda.

Estaba a punto de hacerle un cráter al piso.

Debía buscar a alguien de confianza de Olivia, sólo así podría conversar lo que ocurre e intentar encontrar una puta solución a este maldito problema.

Salí al pasillo observando a todos lados como loca, mi ropa manchada con sangre de Olivia era lo que más llamaba la atención de las otras reclusas, pues todas clavaban sus miradas en mi en cuanto se percataban de que iba cubierta de los flujos de mi novia. 

Llegué al harlem hispano, tenía un presentimiento de que el primo de Medusa podía estar allí.

─Mierda, Victoria. ─comentó Gloria en cuanto me vió─. ¿Qué ocurrió? ─me observó con preocupación─. ¿Te sientes bien? ─demandó saber.

María y Goya estaban juntas cerca de uno de los pasillos, siempre solían ir unidas a todas partes.

─No es mi sangre. ─contesté.

─Coño, ven acá, ¿Pero qué pasó? ─habló en español con su icónico acento boricua.

Me quedé en silencio por un instante mientras que podía sentir mis ojos cristalizarse de nuevo.

─Es Olivia. ─solté de golpe. 

Sus ojos se abrieron como platos.

─¿Qué? ─preguntó confundida.

─Tuvo una pelea, Roxanne la apuñaló. ─mencioné mientras me llevaba las manos a la cabeza con frustración.

─¿Roxanne? ─respondió Gloria confundida─. Pero si ni siquiera la he visto por aquí. ─añadió.

Me detuve de inmediato, había olvidado por completo que no podía mencionar nada al respecto, me encontraba tan mal que tenía la mente por las nubes.

─Por favor, no mencionen el tema frente a las otras reclusas. ─les pedí─. ¿Puedo confiar en ustedes? ─las cuestioné.

Ambas se observaron los rostros la una a la otra.

─Sí. ─respondieron al unísono. 

─¿Saben dónde se encuentra el oficial Hamadi? ─pregunté haciendo referencia a Zyad.

Me miraron confundidas.

Recordé que no debía mencionar su nombre o apellido real por los corredores de esta prisión.

─¿Hablas de Hamza Hamadi? ─comentó Gloria─. ¿El oficial árabe sexi? ─agregó.

Asentí.

Desde mi punto de vista como mujer lesbiana debo admitir que Zyad era bastante sensual, si fuera heterosexual juro que mis bragas se derretirían con tan solo una mirada de ese sujeto.

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