1| Samaritan.

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Se me erizó la piel, unos setenta reporteros se encontraban posados frente a las enormes puertas de la corte, todos esperando a por mi. Me asusté un poco, habían más personas que la última vez.

Mi abogada estacionó el auto justo en frente de la multitud y en cuánto notaron mi presencia en el lugar todos se abalanzaron sobre el coche como lobos a su presa.

─¡Olivia! ─comenzaron de inmediato a corear mi nombre─. Mira la cámara por favor. ─demandaba la mayoría mientras que los enceguecedores flashes comenzaban a golpear mi rostro.

Bajé del auto y mis guardaespaldas comenzaron a despejar el paso. Llevaba puesto uno de mis mejores trajes, era blanco con líneas escarchadas y mis tacones de charol iban a juego con el resto del vestuario.

Logré llegar a la puerta y al atravesar el umbral sentí una corriente de aire envolver mi cuerpo.

Caminé por aquellos espaciosos y por poco que interminables pasillos hasta llegar al final, justo frente a una enorme puerta de madera maciza con unos extraños diseños plasmados en ella.

Macarena Watson, mi abogada, se había adelantado, pude verla correr desde la puerta principal hasta el punto en el cual yo me encontraba.

─Lo siento, había mucha gente allí afuera. ─se disculpó agitada mientras se acomodaba los lentes.

─¿Estás lista? ─pregunté.

─Olivia. ─suspiró ─. ¿Realmente eres tú quien está lista? ─añadió.

Me tomé un momento para suspirar mientras me lamía los labios con la punta de la lengua.

─Sí. ─asentí con firmeza en mi tono de voz.

Coloqué mi mano sobre la puerta y la abrí de golpe dejándome así a plena vista de todas las personas presentes en aquél salón.

Atravesé la habitación y me senté en el lugar que me correspondía mientras que Macarena colocaba su maletín ejecutivo sobre el escritorio y a su vez también se posaba a mi lado.

Miré de reojo a la multitud que se encontraba a mis espaldas y sentí un enorme nudo formarse en mi garganta luego de descubrir la presencia de una peculiar persona entre aquel puñado de gente.

─Está aquí. ─me dirigí a Macarena en medio de susurros.

─¿Quién? ─preguntó inclinándose hacia mí para escuchar mejor.

─Delevingne. ─respondí.

─¡No puede ser! ─contestó mientras la buscaba de forma discreta entre las personas allí presentes─. Ya la vi, es en serio, no puedo creerlo. ─añadió.

Cara Jocelyn Delevingne Stevens, una reconocida actriz y modelo. Tengo que admitir que la dulce mujer tenía un rostro hermoso, un cuerpo perfecto y follaba como una maldita diosa pero esos sólo eran tres factores que sabía usar a la perfección para enmascarar su personalidad de mierda. Tóxica e hipócrita de los cojones, ¿Cómo se atrevía a presentarse aquí?
Estuvimos comprometidas luego de casi dos años de relación, justo antes de hacer pública la noticia de nuestra futura boda me enteré de que me engañaba, fue un gran alivio para mi no haber gritado a los cuatro vientos que íbamos a casarnos ¡De lo que me salvé! Hubiese sido la burla nacional.

─¡Atención! ─exclamó uno de los guardias atrapando la atención de todos los presentes─. Todos de pie para recibir a la respetada y reconocida jueza Linda Brown. ─ordenó.

De un momento a otro una pequeña puerta ubicada a un lado del salón se abrió lentamente y una mujer de piel morena y cabello castaño atravesó el umbral. Automáticamente todos nos pusimos de pie en señal de respeto hasta que la jueza procedió a sentarse en su silla arriba del tribunal.

INOCENTE © » 1M8.Where stories live. Discover now