66| Amén.

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Había logrado aclarar mis pensamientos, fue así como logré ponerme de pies con mucho cuidado para evitar lastimarme el brazo.

Abrí la mochila y saqué el arma. Me aseguré de que estuviera cargada para luego colocarla en la parte de adelante de mi abdomen. Luego saqué el frasco con los tranquilizantes y procedí a tragarme un par de píldoras.

Me colgué la mochila en el hombro y después procedí a realizar una breve oración. 

Miré al cielo con frustración y luego me dirigí a la puerta, coloqué la mano sobre el picaporte y giré la perilla.

Atravesé lentamente el umbral mientras me aseguraba de que no hubiesen cámaras presentes.

Comencé a caminar por el pasillo mirando a todos lados mientras me acercaba a la puerta de la habitación de al lado, iba en busca de Amaia.

La puerta estaba entreabierta así que me acerqué con sigilo, procedí a empujar la madera y la escena que presencié me puso los nervios de punta.

Amaia estaba de piernas abiertas sobre una camilla mientras que uno de los doctores procedía a examinar su vagina.

En cuanto la castaña notó mi presencia abrió los ojos como platos. Yo me coloqué un dedo sobre los labios indicándole que debía hacer silencio. 

Me levanté la blusa y saqué el arma para luego caminar en puntillas en dirección al médico el cual se encontraba de espaldas y totalmente concentrado en su trabajo, demasiado embelesado en el útero de Amaia como para notar mi presencia. 

Levanté mi mano y con mucha fuerza clavé la culata de la pistola sobre la parte baja de su cabeza.

─Mierda. ─musité.

El hombre produjo un breve sonido de dolor y luego calló de golpe al suelo completamente inconsciente. 

─Maldición, Olivia. ─resopló la castaña─. Creo que todo esto fue una mala idea. ─añadió.

─Vístete, tenemos que irnos. ─le ordené.

Pude verla colocarse de pies, acercarse a una pequeña mesilla para tomar sus bragas y luego ponérselas. 

Ella estaba medianamente desnuda, iba a pies descalzos y lo único que cubría su cuerpo era una fina bata quirúrgica y unas bragas de algodón.

Coloqué los ojos en blanco.

─¿Qué mierda vamos a hacer ahora? ─demandó saber la chica.

─Tengo un auto, debemos irnos ahora. ─mencioné.

─¿Y qué hay de él? ─mencionó al doctor tirado en el suelo─. ¿Está bien? ─preguntó.

Me acerqué al tipo y coloqué dos de mis dedos sobre su vena yugular, pude sentir su pulso, era fuerte y claro.

─Estará bien. ─respondí─. Ahora debemos irnos. ─adjunté.

La castaña asintió.

─¿Y tu? ─tomó aire─. ¿Estás bien? ─me cuestionó.

─Lo estaré. ─solté de golpe.

Me quité la mochila y procedí a buscar en su interior las llaves del auto, una vez que las encontré las tomé y acomodé el aro del llavero en uno de mis dedos para no perderlas de vista.

─Lleva la mochila, no la pierdas, todo lo que necesitamos está allí dentro. ─le expliqué mientras la extendía hacia ella.

─De acuerdo. ─accedió mientras se la colocaba.

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora