15| Pastelillos.

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Olivia's POV.

Me quedé petrificada luego de escuchar la explicación de Victoria, realmente no podía creer que hubiese hecho todo lo que hizo sólo por mi.

Sus ojos de perrito regañado me miraban con ternura, como si me estuviera rogando hacer algo para compensar su gran hazaña.

─Victoria, la verdad no sé qué decir. ─dije mientras la miraba fijamente, sinceramente no tenía palabras para expresar lo que estaba pasando por mi mente en ese preciso instante.

─Creo que con un simple gracias sería más que suficiente. ─resopló luego de apartarme la mirada.

Suspiré irritada.

─Bien, entonces muchas gracias. ─repliqué.

─Me agradeces porque te lo pedí, no porque en realidad deseaste hacerlo. ─colocó los ojos en blanco mientras se alejaba de mí y caminaba hasta el otro extremo de la habitación dándome la espalda.

Tenía un montón de sentimientos encontrados.
Ella soportó una paliza, me defendió y estuvo a punto de aceptar una semana en este agujero sólo por mi, y eso que aún no nos conocemos bien.

─Victoria... ─susurré su nombre mientras me colocaba las manos en las sienes.

─¿Puedes dejarme tranquila, por favor? ─gruñió.

No estaba dispuesta a pasar una semana encerrada en este lugar junto a alguien que ni siquiera se digna a dirigirme la mirada.

─Lamento mucho todo lo que ocurrió. ─dije mientras me acercaba lentamente a la pelinegra.

Se podía percibir la tensión en el aire.

Seguro debe estar odiándome mientras piensa que soy una ramera malagradecida, aunque yo jamás le he pedido que haga algo por mi.

─Victoria, por favor. ─musité mientras colocaba suavemente mis manos sobre sus hombros.

La pelinegra se movió rápidamente, estaba más que claro que no deseaba que la tocase.

─Soy una estúpida, debí dejarte sola. ─frunció el ceño mientras me observaba con ira.

─¡No! ─grité.

Su cara estaba roja como un tomate maduro.

─Victoria, tú me salvaste la vida. ─hice una pausa─. Esta es sólo mi primera semana en prisión y una loca estuvo a punto de clavarme un bisturí. ─me pegué a ella y acerqué su cara a la mía─. Si tú no hubieses estado allí probablemente ya estuviese muerta. ─seguí.

─Estaba borracha hasta las orejas. ─contestó.

─Lo sé, y aún así tuviste el valor para defenderme. ─tomé aire─. No eres un monstruo y mucho menos estúpida, hiciste un caos en el harlem sólo para llegar hasta aquí. ─dije mientras apretaba sus mejillas con una sola mano─. Eres una puta mente maestra, no eres una mala persona, Vicky. ─agregué.

─¿Qué sabes tú de mí? ─expresó mientras apartaba mi mano de su rostro─. Ni siquiera me conoces. ─añadió.

─Puedo ver lo que sientes a través de tus ojos, tu mirada perdida me dice que detrás de ese disfraz de lobo feroz hay un pobre corderito que pide a gritos un poco de amor. ─resople mientras le sostenía la mirada.

La pelinegra se quedó en silencio.

─Ven aquí, pequeña. ─dije para luego unir su cuerpo al mío y envolver mis brazos a su alrededor.

Pude sentirla suspirar con alivio en medio de aquél abrazo, ese pequeño gesto de afecto en el cual noté que la pelinegra había depositado toda su ira, su tristeza, su dolor, el miedo y todas las emociones negativas que conformaban su existir en ese instante.

INOCENTE © » 1M8.Where stories live. Discover now