19| Espumosa.

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─¿Estás bien? ─me preguntó Victoria en cuánto el oficial salió de la celda y nos dejó a solas. 

Asentí.

─Era mi madre, nada importante. ─contesté.

─¿Y qué te ha dicho? ─demandó saber.

─Nada relevante, sólo dijo que me habían enviado un paquete hasta su casa, en París. ─respondí.

─¿Acaso discutieron? ─me miró con recelo.

─No, ¿Por qué preguntas eso? ─levanté la ceja izquierda.

─La expresión de tu rostro lo dice todo. ─Vicky se cruzó de brazos y echó la cadera a un lado.

─Lo siento, es que aún estoy procesando todo. ─resoplé mientras caminaba hasta la cama y me dejaba caer sobre ella con mucha frustración. 

─Pensé que tú abogada había venido a verte. ─dijo mientras se posaba a mi lado.

Negué con la cabeza.

─Saldré de aquí mañana temprano. ─confesé. 

─¿Tienes que ir a juicio? ─frunció el entrecejo. 

─Regresaré a mínima seguridad. ─respondí. 

Pude verla reír. 

─Sí, claro, y yo iré a la playa a tomar el sol. ─contestó con sarcasmo. 

La miré fijamente. 

─Mi madre ha pagado para que me den inmunidad aquí dentro, también me han cambiado de celda, al parecer ahora tendré una habitación para mi sola. ─suspiré. 

Ella se quedó en silencio analizando mis palabras. 

─¿Lo dices en serio, Olivia? ─la sonrisa en su rostro se desvaneció. 

Asentí. 

─¿Te irás y me dejarás aquí sola? ─hizo una pausa─. Como si fuese un perro de la calle. ─añadió.

Lo había olvidado por completo, carajo. 

─¿Qué? ─reí─. ¡Por supuesto que no! ─mentí e improvisé. 

─¿Y qué piensas hacer para sacarme de aquí? ─entrecerró los ojos.

Tomé sus dos manos y las puse cerca de mi boca.

─Mi madre me ha depositado tres millones de dólares en la cuenta de la despensa. ─me detuve─. Hablaré con Andrew y trataré de llegar a un acuerdo con él. ─agregué. 

─¿De verdad? ─sus ojos negros brillaban bajo la escasa luz de los bombillos. 

─Eres mi amiga y, además, te debo un favor. ─conteste con una breve sonrisa. 

─¿Tú amiga? ─ladeó la cabeza confundida. 

─Sí, eres mi amiga. ─repetí─. La primera que he tenido aquí en prisión. ─reí. 

Bostecé. 

─Deberíamos descansar, hoy ha sido un día bastante agotador. ─dije mientras me frotaba los ojos con la palma de la mano. 

─Sí, opino lo mismo. ─se aclaró la garganta.

En un suave movimiento me incorporé y me puse de pies.

─¿A dónde vas? ─preguntó.

─A mi cama. ─señalé la litera que estaba al otro lado de la habitación.

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