2o Parte

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Mezquive, que había preparado una empanada de berenjena, para dárselo a Can. Nihad que había olido, cree que es para él, al enterarse de que es para Can, se enfada y le grita que él no se lo iba ha comer, porque quería cuidarse. Después de la rabieta de Nihad, Mezquive va a la agencia para dársela como agradecimiento por lo de la campaña. Allí se entera de que Can y ella, estuvieron encerrados en el ascensor. Ahora ella, está preparando los tes. Para su madre y para él.

-- Si no me para, y sigo, sigo, y me lo voy ha comer toda entera-- dijo él, con la boca llena.
-- Tú come, come hijo. que ,todavia eres joven, y necesitas energía-- le dijo Mezquive.
-- Mm.
-- Además con la cantidad de escaleras que hay aquí, seguro que haces mucho ejercicio-- dijo Mezquive, con guasa.
-- Vienes...de la planta baja? Todavía no funciona el ascensor? Has subido, por las escaleras?
-- Por lo visto no funciona bien, y no lo he querido coger. Y he oído, que anoche te quedaste dentro. Qué miedo.
-- Sí. Una faena.
-- Y Sanem, estaba contigo?
-- Aahh. Te lo ha contado?
-- Pues sí. Siempre le han dado miedo, los ascensores. Pero creo, que...al estar contigo...no se asustó, tanto. 
-- Al principio, se puso nerviosa. Pero luego...se le fue pasando. Es que a uno, se le acaba acostumbrado a todo. Ya lo sabes.
-- Menos mal que tenéis vigilante nocturno, que sí no...podíais haberos quedado hasta mañana, por lo menos.
-- Pues hasta mañana...no. Pero nos sacaron, bastante tarde. No, no me de más empanada, que ya me he puesto morao.
-- El te-- interrumpió ella.
-- Estoy lleno, y también Sanem, me hizo el desayuno. Ya he comido, bastante.
-- No me digas!-- dijo Mezquive.
-- No me digas! -- dijo ella -- El te-- dijo dejando la bandeja.
-- Hija, has tardado tanto, que el pobre se lo ha comido, a palo seco. Dónde, has dormido? -- le preguntó, enojada.
-- Ya te lo dije. Dónde voy ha dormir? Pues en la casa, de Ayham.
-- Ah sí? -- preguntó él, con disimulo.
-- Pues claro. Me estáis mareando, con tanto preguntar.
-- Sí, ya lo sé-- dijo Mezquive.
-- Qué...qué sabes? -- preguntó ella.
-- Me lo ha contado, el señor Can.
-- A..mamá.
-- Cómo que? Si le has preparado el desayuno, esta mañana?-- No acabas, de decir eso? -- le preguntó a él.
-- Adónde?
-- En casa, de Ayham? -- la pobre, ya estaba de los nervios.
-- Qué dices?
-- Yo...me estoy haciendo un lío, descomunal-- dijo ella, tocándose la cabeza.
-- Eso ha dicho Can, verdad?
-- Pero...en realidad...no quería decir eso, exactamente.
-- No me has contado, qué te quedaste encerrado dentro, con Sanem?
-- Pero yo he dormido, en casa de Ayham. -- dijo ella.
-- Habla del ascensor-- dijo él.
-- No habla, del ascensor. Ya te digo yo.-- Nos quedamos encerrados 2 minutos, y luego, me fui a casa de Ayham. 2 minutos. Quieres que sigamos, hablando de eso?
-- 2...2,minutos? Se...seguro, era eso?
-- Es qué ya no sé, ni lo que digo. Am...fueron 2 minutos, y después, me fui a casa de Ayham.
-- Ah, sí...se fue. Se fue-- dijo él, nervioso. -- Mezquive, solo miraba.
-- Si yo digo que sí, es qué sí-- dijo ella.
-- Y tú dices siempre, la verdad-- dijo él.
-- Eso es. Y esta mañana, he llegado ha trabajar, a mí hora.
-- Exacto. Cómo siempre.
-- Mi hija, es muy responsable.
-- Sí, mamá. Y aquí en la oficina, y nada más que en la oficina, en ningún otro sitio, le preparo el desayuno a mí jefe. Queda claro, mamá?
-- Bien hecho, hija. Cualquier tarea, pequeña o grande, es importante.
-- Di que sí, mamá. -- él, la mirada con asombro-- ése es mí lema. Soy la recadera de todo. Por el día trabajo, y por la tarde, me voy a casa. A la mía, o a la de Ayham. Pero no les hago, esperar.
-- Bravo! Justo eso lo que le estaba diciendo, a tu madre. Sanem me ha preparado un desayuno, para chuparse los dedos, esta mañana-- dijo él.
-- Vaya...! Jajaja.
-- Sí, pero aquí. En esta oficina.
-- Sí, en la oficina. Es lo que le estaba contando a tú madre. Y...qué no cabe, más empanada. Está deliciosa, pero no me la puedo terminar. Y justo de eso, estábamos hablando, y...
-- Y no digas, nada más. Porque no hay nada más que contar, verdad?-- le cortó ella, metiéndole un trozo de empanada en la boca. Vamos ha dejar trabajar, al señor Can. Verdad, que sí? Vamos, mamá.
-- Sí.
-- Cómo queráis. Ah, el te.
-- Bueno...ya hableremos, tú y yo, el tema de la asesoría. Vale? -- le dijo Mezquive, a él.
-- Claro! La próxima vez, le contaré mis aventuras de guerra. Muchísimas gracias. La empanada estaba de vicio. La más rica, que he probado. Y eso que...ya había desayunado. Pero...aún me faltaba algo.
-- Me alegra mucho. No hay, de que.
-- Vuelve ha visitarnos, cuando quieras.
-- Claro! Y traigo, otra cosa.
-- Hasta otra.
-- Te acompaño, a la salida-- dijo ella.
-- No, no...hace falta. Sé salir, sola.
-- Cómo quieras.-- Qué pasa?-- preguntó ella, al ver que todos iban a mirar por la ventana. -- Por qué, le has tenido que contar, lo del desayuno?
-- Pués...no sé. Creía que...se lo habías contado tú, lo del ascensor.
-- Qué va. Es que...lo ha oído, en la entrada.

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