Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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NICOLÁS
14 de noviembre del 2017
Anoche cuando llegué a casa pasé de todos. No quería hablar con nadie, y no sólo era porque me sentía triste por haber terminado con Fabi, también porque los analgésicos que me habían suministrado en el hospital hacían que quisiera llegar a dormir por mil años.
Y, en efecto, eso hice. Sentí a mi hermano llamarme de lejos, pero no quise detenerme a escucharlo, no estaba de humor, y, según el olor que rondaba en la sala, él estaba bajo los efectos de la marihuana y no quería conversar con él así.
Me quiero levantar de esta cama y ponerme algo cómodo porque con la ropa que llegué ayer me desmayé, pero el dolor en mi tórax y en mi cabeza me impide hacer cualquier movimiento. Incluso siento cómo los puntos se contraen y se expanden cada vez que muevo el brazo. Maldita sea, odio esta sensación de inutilidad.
Escucho el sonido de mi celular en algún lugar de la habitación, pero no lo ubico. Me incorporo para quedar sentado en la cama, pero el mareo que siento casi hace que me vuelva a tumbar en ella. El sonido sigue retumbando y casi quiero mandar a la mierda el aparato para que nunca en la vida vuelva a sonar.
Me levanto de la cama y rebusco el celular mientras este repiquetea con urgencia. Lo encuentro debajo de mi chaqueta en el suelo y alcanzo a contestar antes de que deje de timbrar.
- ¿Sí? – mi voz sale ronca y algo afectada, como si doliera.
- ¿Nico? – abro los ojos con sorpresa. Para ser sincero no esperaba su llamada un día después de haber terminado.
- ¿Fabi? – digo con duda en mi voz. Sé que es Fabiana, mi chica de ojos azules, pero sigo sin creerme que me esté llamando luego de las palabras dichas anoche - ¿Estás bien?
- Sí todo bien. Necesito verte – dice rápidamente, entrando al punto de la llamada -. Por lo que te dije anoche, quiero salir rápido del problema en el que estamos metidos. No quiero que te vuelva a pasar nada.
Me quedo en silencio. Pensé que me llamaba para regresar, o para al menos decirme que no quería perder el contacto luego de los meses que vivimos juntos, pero al parecer sólo quiere deshacerse del problema pronto para volverme a dejar de lado.
Suspiro y trago el nudo que se formó en mi garganta.
- Me siento muy mal para salir ¿Puedes venir a mi casa? – le digo con los ojos aguados. Casi le ruego.
- Estaré allí en una hora – dice y cuelga, sin dejarme responder. Volvemos a su costumbre de ordenar y colgar.
Me vuelvo a recostar y miro fijamente al techo dejando que las lágrimas acumuladas en mis ojos rueden por mi rostro.
No quiero dejarte ir, Fabiana.
****
Una voz femenina hace que abra mis ojos. No sé en qué momento me quedé dormido de nuevo, pero siento que fue más reparador mi sueño de cuarenta minutos que el de siete horas de anoche.
