Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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NICOLÁS
20 de Septiembre del 2017
Siento frío, así que abro los ojos y no la veo allí, a mi lado. Me incorporo sobre la cama, confundido. Es de noche, no pudo haberse ido a esta hora. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad y la veo allí, de pie, recostada en el marco de la puerta abierta del balcón, con mi camiseta puesta, el cabello hecho un desastre y la mirada perdida en el cielo. Se ve increíblemente hermosa, pero un halo de tristeza la rodea. A veces creo que el aura triste que siempre tiene es lo que hace a su belleza algo más espectacular.
- ¿Estás bien? - se sobresalta al oír mi voz y voltea a verme, pasa las manos por su rostro ¿Estaba llorando?
- Sí, estoy bien - me sonríe y se acerca a mí - ¿Te molesta que fume?
- No, para nada - ella camina hacia su bolso y comienza a rebuscar en él.
- Mierda - bota el bolso y se muerde el dedo pulgar - tenía que comprar una cajetilla antes de venir y lo olvidé.
- Yo tengo - me levanto y busco es mi chaqueta de cuero la cajetilla que había comprado el día anterior. Se la paso y ella me mira sorprendida.
- Pero tú no fumas, Nico - saca el encendedor que le regalé y prende el cigarro. Sonrío al ver que ahora lo carga con ella.
- Lo sé, pero tú sí, y aguantaría toda una cajetilla por estar contigo - digo, citando una canción. Ella identifica la canción y la tararea mientras se acerca a mí y me da un beso en los labios.
- Eres tan dulce, Nico - me vuelve a besar y muerde mi labio inferior. Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo y mis manos se posan en su culo, bajo la camiseta.
- Según yo, la dulce eres tú - la miro de arriba para abajo de manera sugerente y veo como traga saliva y se pone un poco tímida. Me besa suavemente y se aleja de mí. No quiero sentirme rechazado, pero la leve punzada está allí.
- Eres todo un casanova - se ríe, para la risa no llega a sus ojos, que conservan la tristeza de hace unos minutos.
- Dame uno - le digo, refiriéndome al cigarrillo. No me gusta la imagen que se proyecta de ella fumando sola, así que prefiero acompañarla.
Ella me mira profundamente, pero no dice nada. Sale completamente al balcón y sigue fumando su cigarro. Yo tomo un cigarro de la cajetilla y me acerco a ella.
- ¿Me lo prendes? - ella me mira y asiente. Mientras tengo el cigarro en los labios ella lo prende y yo tomo la primera calada. La primera siempre es la que te deja un buen sabor de boca, ya luego el cigarrillo sabe a mierda, pero lo tolero cada vez más.
- ¿Por qué lo haces? - señala con la cabeza el cigarrillo.
- Porque me gustó - me encojo de hombros, diciendo la verdad a medias. No me disgusta ni me gusta fumar, lo había hecho varias veces, pero con ella parece ser un nuevo hábito.
