Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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NICOLÁS
07 de febrero del 2018
Han pasado más de dos meses desde que terminamos, y no he estado ningún día sobrio. El único momento del día en el que estoy lúcido es al medio día, cuando debo encargarme de administrarle los medicamentos a mi mamá y ayudarla a cambiar de ropa.
Agradezco que la resaca emocional haya sido justo en vacaciones, porque no creo que haya sido capaz de responder en la universidad con mi corazón sintiéndome de esta manera.
Quisiera decir que de la única sustancia de la cual he abusado es el alcohol, pero algunos medicamentos se han colado en mi repertorio de malas decisiones de los últimos días. En un momento creí que algo iba a sucederme, pero, a pesar de mi deplorable estado, he sabido controlar las dosis de todo lo que consumo.
- Te ves asqueroso – Juan Diego entra a mi cuarto y veo cómo se tapa la nariz mientras finge arcadas. No lo niego, no me he bañado en mucho tiempo, ni he aseado mi cuarto, además de que mi control de esfínteres en este momento no es lo mejor. El estar tanto tiempo drogado hace que no me importe cagarme y mearme encima.
- No necesito que vengas a decirme lo que obviamente ya sé – lo veo fijamente, esperando a que se marche por donde vino, pero hace totalmente lo contrario: quita un montón de ropa de una silla y se sienta en ella.
- Quiero que esto pare, Nicolás – sus manos se mueven inquietas por su cabello y su cara. Enarco una ceja y trato de incorporarme, pero fallo lamentablemente -. Sé que no soy quien para decirte qué hacer y qué no, pero esto no eres tú.
>> Se supone eres el hermano responsable. Trabajas mientras estudias medicina. ¡Medicina!, y no sólo la estudias, te esfuerzas y eres de los mejores. Mientras yo arruino mi vida, tú cuidas de nosotros y de ti mismo. Tú no eres el muchacho drogadicto que se acuesta en su propia mierda mientras llora por una chica.
Quisiera que sus palabras me hicieran entrar en razón, que el olor a porquería y que el hecho de que no me pueda ni levantar me hiciera entrar en consciencia, pero nada tiene ese efecto. Me siento como me veo y huelo y eso no va a cambiar porque no tengo la intención de hacerlo.
Estoy cansado de ser el hermano menor responsable, el chico perfecto y estudiante destacado. Estoy cansado de cuidar de quienes debieron cuidar de mí. Quiero, por un momento, dejarme hundir en mi propia miseria y permitirme sentir mal, porque no sólo sufro por Fabiana y nuestro rompimiento; estoy sufriendo porque mi mamá sufre de una enfermedad mental que no le permite reconocernos y que la vuelve extremadamente violenta de vez en cuando, porque no logro recordar al donador de esperma que hizo que mi hermano y yo naciéramos y luego nos abandonó y sufro porque mi rendimiento bajó tanto que la media beca que tenía asegurada para mi siguiente semestre tal vez y ya no me pertenezca.
