Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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FABIANA
25 de diciembre del 2016
Lo primero que captan mis ojos cuando entro al lugar es lo organizado y acogedor que se ve a pesar de su apariencia externa. Las mesas están bien posicionadas alrededor una tarima con varios instrumentos musicales, la cual está frente a una gran pantalla en donde se proyecta el vídeo de la canción que suena por los parlantes.
La barra está siendo atendida por un hombre que, al igual que Sebastián, luce una barba y cabello largos. Se saludan amablemente con un choque de puños y luego, mi amigo me toma por los hombros.
- Ella es Fabiana – dice, apretando un poco mis hombros.
- Mucho gusto, Fabiana – él extiende su brazo hacia mí y, mientras estrecho su mano veo cómo la tinta recorre su piel hasta perderse bajo su camisa blanca -. ¿Qué los trae por acá? No sueles traer a nadie aquí, Sebas – lo mira de manera cómplice y quiero reír por su jugada de hacerme creer que soy especial, pero prefiero hacer como que me trago el cuento.
- Pues esta señorita de acá me debía una cita para celebrar que firmé el contrato – sus manos abandonan mis hombros y ahora me rodea con los brazos, pegándome a su cuerpo. se me hace extraño recibir tanto cariño de Sebastián, pero no me quejo. Hace mucho no recibía un abrazo.
- ¡Felicidades, hombre! – exclama con alegría el hombre cuyo nombre aún desconozco -. Te invito un trago, cuenta de la casa – se ríe fuertemente al decir aquel chiste. Siento el pecho de Sebastián vibrar debido a su propia risa.
- Estás muy graciosos hoy, Miguel – le recibe el trago que le sirve y yo recibo también otro. Me lo tomo rápidamente y veo cómo el hombre se impresiona.
- Así que trajiste a una igual – me sirve otro trago y vuelvo a tomarlo rápidamente. Porque, después de lo que pasó en la entrada, necesito todo el alcohol que me ofrezcan.
- Ella no es igual a mí – le corrige Sebastián rápidamente -. Es mucho peor – los hombres ríen y yo sonrío. No creo que aquella afirmación sea tan alejada de la realidad, así que no me voy a poner a negar nada.
Caminamos a un apartado lleno de sillones cerca a la tarima y nos sentamos en uno juntos. Él rodea mis hombros con uno de sus brazos y, con su mano libre toma un mechón de mi cabello y comienza a jugar con él entre sus dedos. Esta confianza que ha tomado conmigo me toma desprevenida. A pesar de que siempre se ha mostrado abierto a ayudarme, su distancia era evidente... tal vez se debe a que yo soy más abierta con él y le he dado cabida a algo más. No me molesta, me siento bien. La verdad es algo que me hace sentir demasiado cómoda. Él me hace sentir cómoda, como en casa.
- Te felicito mucho – le digo, luego de un momento de estar en silencio, simplemente escuchando la música y disfrutando de nuestra compañía, y él me mira con intensidad. Mi mirada no deja la suya; humedezco mis labios un poco, debido a la tensión, pero no dejo de observarlo en ningún momento -. Digo, por lo de haber firmado el contrato. Es un gran logro.
