Prólogo

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Cada vez que evoco sus recuerdos la veo cantando

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Cada vez que evoco sus recuerdos la veo cantando. Siempre cantaba, nadie podía hacerla callar. Su jodida canción favorita - digo jodida porque me tenía hastiado hasta la médula - era Rehab, de la maldita Amy Winehouse. Cada vez que le pedía que dejara de beber, coger o drogarse, me la cantaba, mirándome a los ojos, con una sonrisa socarrona tatuada en los labios.

Sus pupilas, dilatadas como las de un gato, siempre serán parte de mi memoria. Las mantenía tan dilatadas por la cocaína que no podía ver el azul del iris a su alrededor. Nunca me había llamado la atención consumir ningún tipo de alucinógeno, pero por ella yo podría inyectarme heroína mientras calaba un porro bien grueso de marihuana. Por estar con ella me volvería el adicto más jodido del mundo. Cualquiera pensaría que mi problema de adicción era con las drogas, pero no; yo era adicto al sabor de su piel, al olor de su cabello y a los gemidos que salían de sus labios.

Mi droga predilecta no era la cocaína, era ella. Mi adicción era Fabiana.

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03 de Julio, 2018

Lo primero que captan mis ojos son los múltiples moratones que comienzan a ser visibles en su blanca tez. Su rostro, tan hinchado que es casi irreconocible, se ve en paz, no hay ninguna emoción reflejada en él. Su cabello negro fue recogido en dos trenzas por una de sus tías, quien entró a verla antes de que yo llegara.

- Tiene suerte de estar con vida - dice la enfermera que está haciendo el informe de la que fue mi novia - lástima que quien iba con ella no tuvo su fortuna.

Para mí no era ninguna lastima. El desgraciado merecía una muerte así, o, incluso, una mucho peor. Tal vez mi Fabiana también merecía morir en ese accidente, pero no quiero creer eso, no quiero creer que esta hermosa mujer mereciera algo tan terrible. Tal vez el amor que le siento me ciega y no me permite ver las heridas que ha dejado en mí, pero ella es maravillosa a mis ojos y no querría nunca que muriera. Haría cualquier cosa para impedir que muera.

Miro hacia sus muñecas y no hallo el brazalete que le di hace unos meses atrás. Las pequeñas cicatrices de un pasado tormentoso son visibles, el brazalete había sido una manera de ocultarlas a la vista de los curiosos, a los cuales no les interesaba lo que le había ocurrido, sólo preguntaban por el morbo de una historia llena de dolor ajeno.

Recuerdo lo feliz que se puso cuando se lo regalé y me dan unas ganas incontrolables de echarme a llorar. Temo no volver a ver esa sonrisa; no volver a ver esos ojos azules brillando. Me da pánico la sola idea de pasar una vida sin escucharla cantar, porque a pesar de que no fuese la mejor voz del mundo, escucharla cantar significaba que seguía sintiendo. Ahora, no siente nada.

- ¿Qué pasó con el brazalete que tenía puesto? - pregunto, tragándome el nudo en la garganta.

- Tuvimos que retirárselo para la cirugía, pero está a salvo, junto a todas sus pertenencias en el armario de allí - me lo señala y vuelve su vista a las hojas que estaba rellenando.

Tuvieron que hacer una reconstrucción casi total de su pierna derecha. Casi se la volvieron a hacer de la nada. El médico que la atendió hizo un milagro. Una de las cinco costillas fracturadas logró perforar su pulmón, así que esa era la operación más delicada, pero el cirujano cardiopulmonar logró contener la hemorragia y salvar su vida. Repararon las costillas y ahora están a la espera de los exámenes que determinarán si tiene un daño cerebral grave debido a los golpes que se dio en la cabeza al caer.

Tomo la mano de Fabiana y su temperatura fría me hace sentir vacío. ¿Dónde quedaron esas manos que permanecían cálidas todo el tiempo? ¿Esas manos que me hacían sentir seguro? Quiero acostarme al lado de este magullado cuerpo y llorar como un niño pequeño. Quiero dormirme a su lado y no despertar hasta que ella lo haga.

- Tranquilo, hay altas probabilidades de que despierte. Se encuentra estable y fuera de peligro, sólo debemos darle su tiempo - dice la enfermera, notando mi estado de consternación. Trato de darle una sonrisa, pero no me sale.

La verdad es muy extraño que, en mi estado de entumecimiento, haya podido recibir esa llamada, esa horrible llamada en la que su abuela me contaba lo que había pasado con Fabiana. Estaba tan drogado que entender sus palabras se me hizo difícil al principio, pero, una vez mi aletargado cerebro captó lo que decía pude entender que tenía que venir corriendo al hospital a encontrarme con mi ex novia.

Vuelvo a mirar a mi amada, porque sí, a pesar de que nuestra relación terminó hace meses yo no dejaba de amarla, no podía superarla. Mi corazón, necio por el amor, se niega rotundamente a dejarla ir.

- Espero que despiertes y me vuelvas a cantar, me vuelvas a insistir en devolverte la botella - hablo en voz baja, teniendo la infantil esperanza de que, en su letargo, ella pueda escucharme -. Espero que me vuelvas a contar esas alocadas historias que se te ocurrían al estar observando a la gente desde tu balcón, mientras te fumabas toda una cajetilla de Marlboro.

Le doy un beso en la frente y dejo que las lágrimas recorran mi rostro. - Ya quiero volver a consumirte, mi droga favorita. - le digo, mirando fijamente su rostro, con la esperanza de que sus ojos se abran y me diga que todo está bien. Me alejo y salgo sin dar ninguna explicación a la enfermera, que me pregunta cómo estoy.

No digo nada, sólo camino a la salida con paso lento, tratando de controlar el llanto.

ADICTION  (#1 Adictos) ✔️Where stories live. Discover now