Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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NICOLÁS
20 de febrero del 2018
El dolor de cabeza me despierta de mi letargo mientras siento mi boca extremadamente reseca. Todo el cuarto está obscuro, lo cual agradezco infinitamente, pero necesito calmar mi sed, así que me preparo psicológicamente para salir y enfrentar la luz del sol en la cocina.
Me levanto y siento un leve mareo que me recuerda que tal vez ni siquiera esté en el peor punto de la resaca, ya que, muy probablemente, aún estoy un poco ebrio. Bebí demasiado anoche.
Trato de caminar, pero me tropiezo con algo duro y caigo sobre algo muy blando que casi me hace querer dormirme aquí sobre el suelo, pero un quejido que no proviene de mí me impulsa a levantarme rápidamente con temor. Dios mío ¿Quién está en mi cuarto y cómo lo dejaron entrar?
- Mojigato, deberías tener más cuidado – volteo y veo a Sebastián sobre el suelo, sobándose un brazo. A su lado están Fabiana y Paloma, quienes me miran burlonas.
- ¿Hola? – es lo único que sale de mi boca. No sé qué decir.
Miro a mi alrededor, ya que mis ojos se han acostumbrado a la obscuridad, y noto que el desorden que he tenido por semanas ha disminuido considerablemente, y que el único mal olor del lugar proviene de mí, y de Sebastián. Arrugo un poco la nariz por el hedor.
- ¿Qué hacen aquí? – pregunto, luego de mi inspección a todos. Miro a Fabiana y noto las enormes bolsas debajo de sus ojos.
- ¿Qué crees? – Paloma se levanta y ayuda a la chica de ojos azules a hacer lo mismo -. Te encontré en el suelo de un baño, en un bar, vomitando y solo.
No recuerdo si quiera haber dejado mi casa ayer. Me paso la mano por la cara y despeino un poco mi cabello, sintiendo la grasa en él. Creo que hoy debería considerar seriamente tomar un baño.
- Gracias – también me incorporo, y trato de buscar la mirada de mi ex novia, pero ella rehúye. Tal vez sólo está aquí porque se sintió moralmente obligada y ya quiere marcharse -. Los acompaño a la puerta.
Ellos asienten y salen luego de tomar sus cosas. Le tomo la mano a Fabiana antes de que salga y es la primera vez que me mira a los ojos. Extrañaba tanto ese cielo que hay en ellos. No me resistí, debía tocarla, volver a sentir su tacto contra el mío.
- ¿Podrías quedarte un poco? – suplico. Hoy mi dignidad y mi orgullo quieren tomarse un descanso. Mi cuerpo necesita tomarse un descanso.
Ella mira a sus amigos, quienes no saben qué decir, para luego mirarme a mí. Se muerde el labio inferior y ladea un poco la cabeza, denotando duda.
- No sé si sea lo mejor – juega con sus manos y con su cabello.
