Las palabras son pocas cuando el momento de la confrontación llega. Un accidente, un coma, una herida sin sanar, no son más que ingredientes en el coctel letal en el que se ha convertido mi vida.
La muerte no es otra cosa que un recordatorio constan...
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FABIANA
24 de Noviembre del 2016
Salgo del consultorio decidida a esta vez sí hacer lo que me pide el doctor Pietro. Si él cree que escribir un diario contándole mi día a día me ayudará a superar mis traumas, pues lo haré ¿Qué más me queda? Ya lo he intentado todo y la psiquiatra ya no me quiere dar medicamentos debido a mis adicciones.
Al salir al estacionamiento rebusco en mi bolso las llaves de mi pequeño "escarabajo" sin éxito alguno. ¡Maldita sea! Creo que las dejé en el consultorio. Busco una vez más, y en efecto no están, así que comienzo mi camino de regreso al consultorio. Mi memoria es una mierda.
Entro al pasillo del ala de pacientes mentales del edificio en donde se encuentran todos los consultorios psiquiátricos y psicológicos con rapidez, me da miedo toparme con alguien realmente rayado y que me lastime. La música en mis audífonos me mantiene tranquila y abstraída de mi alrededor, así que no escucho cuando una de las puertas se abre y termino chocando contra alguien.
- ¡Lo siento mucho! – exclamo y veo hacia arriba. Wow - ¡Wow!
Okey, creo que esta vez el filtro entre lo que pienso y lo que digo se averió debido a la hermosura que tengo en frente. ¡Es el hombre más guapo que he visto en mi vida!
- No te preocupes – sus palabras amables no coinciden con su tono de voz brusco – ten más cuidado al caminar por pasillos así, puedes lastimarte o lastimar a alguien.
- Lo bueno es que no sería tu problema, guapo – le digo bruscamente, debido a que me siento regañada por este desconocido ¿Cree que porque es guapo puede tratar a los demás como basura? Imbécil.
- Es mi problema ahora, chocaste conmigo – río y pongo los ojos en blanco.
- No creo que una mujer de menos de sesenta kilos pueda hacerle daño a una montaña chocando con su cuerpo – comienzo a caminar dejándolo a un lado, pero él me sostiene de un brazo evitando que siga mi camino. ¡Mierda! Olvidé en donde me encontraba ¡Puede ser un desquiciado!
- Pero pudiste hacerlo – me mira de arriba para abajo y yo hago los mismo. No quiero ser incoherente con lo que acabo de decir, pero quisiera dejarle pasar todo sólo para que esos ojos café me sigan mirando con esa intensidad –. Perdón por ser tan rudo, soy Sebastián ¿Cuál es tu nombre?
- No es de tu incumbencia – me libero y lo dejo allí, no quiero ser grosera tampoco, pero aquí nunca sé a quién me voy a encontrar ni su historial, así que prefiero mantenerme alejada. Entro al consultorio del doctor Pietro sin tocar y lo veo sentado en su escritorio. Él me devuelve la mirada de manera preocupada y curiosa.
- ¿Estás bien? – asiento y suelto el aire contenido – ¿Segura? – me mira con atención. Siempre ha sido muy atento conmigo y sé que le pago por ello, pero a veces me gusta pensar en él como ese "amigo" incondicional al que le puedes contar todo sin que las cosas se confundan.
