Almarzanera

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Quería dormir un poco más, me di la vuelta y palpé a mi alrededor

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Quería dormir un poco más, me di la vuelta y palpé a mi alrededor. Sentí el cuerpo peludo de Tea, mi gata tricolor, la abracé y cubrí mi cabeza con la sabana para no seguir recibiendo el sol en mi cara.

—Despierte señorita Maya, ya son las siete y tiene escuela—. Gema abrió las cortinas de par en par, luego abrió la ventana, dejando que el aire fresco de la costa ingresara. Como si yo no estuviera ahí, empezó a ordenar mi habitación, me hice la dormida hasta que me quitó la sabana y la tiró al cesto de ropa sucia.

—Vamos señorita, sus padres bajarán a desayunar en diez minutos. Debe estar ya vestida y lista—. Me insistió.

Refunfuñando me levanté de la cama. Gema salió con el cesto de ropa sucia hacia la lavandería y me desnudé dejando el pijama en medio de mi habitación. Tea aprovechó la cama vacía para estirarse y seguir durmiendo. Qué envidia me daba. ¿Por qué no podía tener una segunda vida como gato? Solo dormir y comer, sin escuela, estudios, trabajo...

Di un largo suspiro antes de meterme a la ducha y empezar un nuevo día como Maya Dumas.

Mi segunda vida, o primera... no sé cuál sería correcta de nombrar como la principal, no era tan complicada como la de Sophie.

Después de una ducha rápida, procedí a ponerme el uniforme de la escuela. En Almarzanera estudiábamos hasta los dieciocho años. Todavía me quedaba un semestre de colegio antes de irme a la universidad. Como miembro de la familia Dumas, solo tenía dos caminos en la vida después de acabar el colegio: o estudiaba medicina como mi padre, o me casaba y me dedicaba a la vida de la alta sociedad del pueblo, organizando obras de caridad, asistiendo a reuniones del consejo del pueblo y al "Círculo", como mi madre. Por supuesto había elegido la primera opción y ya tenía grandes planes para la universidad junto con mi hermano Tiago.

Me peiné rápido y bajé con el cabello mojado al comedor. Mi familia ya estaba ahí: Mis padres y mis hermanos.

Mientras que Sophie era hija única de un padre soltero, Maya era la menor de cinco hermanos. Daria y Coral, mis hermanas mayores tomaban su desayuno y Tiago, mi hermano mellizo, llegó pocos segundos antes de mí.

En cuanto tomé asiento frente a un plato con un gran sándwich y una taza de leche, mi padre se levantó de la cabecera de la mesa.

—Ya debo irme —se excusó, dándole un último sorbo a su café.

—Cariño, por lo menos desayuna tranquilo —le pidió mi madre.

—Tengo una emergencia, lo siento. Nos vemos en la noche —dejó su taza sobre la mesa y fue dándonos un beso en la cabeza uno por uno mientras avanzaba hacia la salida. Gema se apresuró a alcanzarle su saco y su maletín y seguimos con el desayuno.

—En la noche está prohibido cenar hasta que llegue su padre. —Mi madre nos avisó. En silencio bajé la mirada hacia mi comida y levanté el pan de arriba. Había pepinillos en mi sándwich, un asco; sin que mi madre me viera los saqué de ahí y se los pasé a Tiago por debajo de la mesa. De manera disimulada, él también sacó los tomates de su sándwich y me los cambió por los pepinillos. Por suerte ni mi madre ni mis hermanas se percataron, las tres odiaban que Tiago y yo tocásemos la comida con la mano e hiciéramos tuques de ingredientes. —Daria, te necesito al medio día para ir a confirmar el banquete; Coral, a ti te quiero en tu habitación practicando tu promesa, la quiero de memoria. —Como era rutina de la mañana, mi madre nos daba órdenes sobre lo que debíamos hacer durante el día. Era una madre muy controladora y organizada, necesitaba saber qué hacíamos a cada momento del día, o más bien, indicarnos en qué debíamos ocupar nuestro tiempo, de esa forma su vida seguía siendo "perfecta". Mis hermanas mayores asentían, ellas habían decidido seguir el camino de mi madre y se involucraban demasiado en sus actividades. —A ustedes dos los pasaré a recoger en cuanto acaben clases —se dirigió a Tiago y a mí—. Iremos a comprar ropa para el domingo.

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