La luna roja

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Almarzanera, 5 horas antes del eclipse

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Almarzanera, 5 horas antes del eclipse

Mi cuerpo estaba mojado por el sudor, el vestido se me pegaba, al igual que mi cabello a mi rostro. Seguía en esa prisión. Apenas abrí los ojos, la luz era muy tenue, palpé el suelo y encontré la botella de agua que me había dejado mamá. Estaba tibia, igual sirvió para hidratarme. Me apoyé contra la pared, sentada en el suelo.

—Por favor, ayuda, sáquenme de aquí —se escuchó un lloriqueo cansado.

—¿Quién está ahí? —pregunté asomándome a la reja, afuera solo se veía un pasillo estrecho de piedra.

—¿Maya? —reconocí a mi hermana.

—¿Daria? ¿Estás bien? ¿dónde estás?

—No sé, desperté en una celda. He gritado por horas.

Asomé mi rostro lo más posible a la ventana, mi hermana estaba en una celda contigua.

—¿Por qué te trajeron? ¿Recuerdas algo?

—Estaba con el padre Vincenti, en su oficina. Me llamó para que hablemos de mi ingreso al Círculo. Me dio algo de beber y no recuerdo más. ¿Él nos hizo esto?

—Es parte de esto junto con mamá, papá, Coral. Van a traer algo que no deben a esta dimensión a la media noche. El Círculo no es lo que aparenta.

—¿De qué hablas? No entiendo, tengo miedo.

—Yo también. Pensaré qué hacer ¿sí?

Escuchamos un ruido metálico y una puerta abrirse, alguien llegó hasta mi ventana. Por las rejas distinguí una figura alta, de un hombre, vestido con una túnica roja y lo que parecía ser el cráneo de alguna criatura con pico alargado y colmillos... ¿Un carroñero?

—Sal, ya es casi hora —me dijo metiendo una llave a la cerradura.

—¿Steve? —pregunté con miedo, creyendo haberlo reconocido.

—Vamos Maya, las ceremonias previas al eclipse van a comenzar. —Abrió la puerta de la celda y me jaló afuera. Caí al suelo. Estaba muy débil. No sabía qué me habían inyectado, o hecho, pero apenas y razonaba con claridad. Miré hacia arriba, distinguí la sonrisa de Steve por debajo del cráneo. Se agachó y me hizo incorporarme hasta su altura jalándome del cabello.

—¿Por qué tuviste que llegar a esto por las malas? Fui muy bueno contigo —me dijo acercando su boca a mi oído.

—Me dijiste que me amabas. Y que estarías para ayudarme siempre.

—Sí, y aquí estoy. Ayudándote a cumplir tu objetivo. Dejarte ir fue mi acto de desprendimiento, pero cuando esto acabe, voy a reclamar mi recompensa por mi fidelidad al Círculo. —Me jaló más hacia él, con torpeza. Me obligó a incorporarme y me llevó casi a rastras por el pasillo hacia la puerta.

—¡¿A dónde la llevas?! —Daria gritó colgándose de las barras de su celda. Steve la ignoró, salimos de ese lugar hacia otro pasillo oscuro y subimos por unas escaleras en espiral que parecían no acabar nunca. Mis pies estaban lastimados y mis rodillas raspadas. Steve me había agarrado tan fuerte por el brazo que cuando me soltó, sus dedos quedaron marcados.

TransalternaWhere stories live. Discover now