La fiesta de Maya

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No pensaba con claridad

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No pensaba con claridad. Solo sabía que debía irme lo antes posible.

—¿Estas bien? —me preguntó Claudia.

—Sí... no... mi papá está en el hospital, debo irme. —Agarré mis cosas como pude, dejé mi guitarra y salí de ahí. Apenas escuché que mis amigos me hablaban, pero no les presté atención.

El aire frío de la calle me golpeó, la acera estaba llena de gente que entraba y salía del club. Esperaba que pasara un taxi por la avenida. Cada que veía uno intentaba hacerlo parar, pero no se detenían, cerca de mi había mucha gente peleando por un taxi también, como no me agarrara a los golpes con alguien, no llegaría nunca.

—Sophie, no vas a hallar un taxi ahora. Voy a llevarte. —Ian llegó a mi lado.

—No, estoy bien.

—¡¿Por qué demonios tienes que ser tan terca?!—exclamó—. Solo ven.

Me agarró de la mano y me llevó por la calle. Estaba tan consternada que no me importaba seguirlo, solo quería estar con mi papá.

Llegamos a un callejón a una cuadra del club. Por un estúpido momento, creí que Ian nos transportaría allá haciendo lo que fuera que hacía, hasta que tocó la puerta de una bodega. Nos la abrieron y se trataba de un garaje clandestino. Por la ciudad había muchos, ya que encontrar parqueo era una pesadilla. Ian me dirigió a una motocicleta, me preguntó a dónde debíamos ir y nos subimos.

El hospital era en el área treinta y cinco, bastante lejos de donde nos encontrábamos, igual eso no pareció importarle a Ian. Me abrazaba fuerte a él para no caer. Era un conductor muy hábil. Manejaba a mucha velocidad entre los autos y no estuvimos por chocar ni una vez. Al final había sido una mejor decisión ir con él, de haberme quedado seguiría esperando un taxi.

Al llegar me bajé de inmediato de la motocicleta y corrí a la entrada, desde ahí llamé a Amanda. La entrada de emergencias estaba atiborrada. Al ir acercándome a la ventanilla de recepción, esquivaba gente echada hasta en el suelo. Solo esperaba que mi padre hubiera sido atendido y no lo encontrara tirado en uno de los pasillos.

—Amanda ya llegué, ¿dónde están?

—Conseguimos una cama, en el sexto piso, habitación trescientos uno.

Con el teléfono en mano fui hacia el ascensor, al entrar me di cuenta que Ian seguía conmigo.

Recorrí la fila de camas hasta hallar la de mi padre. Él estaba inconsciente, con una vía y un tanque de oxígeno.

—¿Qué pasó? —le pregunté.

—De repente le empezó a faltar el aire. Lo vi muy mal, por eso tuve que traerlo. Le sacaron análisis y lo trajeron aquí. Tuvimos suerte de que le dieran una cama.

—Gracias Amanda, ve a casa, yo me quedaré. —Agarré una silla cerca de la cama y me quedé junto a mi papá. Ya había pasado varias noches así. No tenía un paro como ese desde hacía meses—. Gracias, por traerme —me dirigí a Ian, quien me miraba un poco alejado.

TransalternaWhere stories live. Discover now