Shifting

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El recuerdo más lejano que tengo de Almarzanera es de cuando tenía tres años y viví ahí fingiendo que era un niño normal

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El recuerdo más lejano que tengo de Almarzanera es de cuando tenía tres años y viví ahí fingiendo que era un niño normal.

En ese entonces, tenía otro concepto de normalidad. Ya que al igual que mis hermanos, despertaba en laboratorios diferentes cada día, donde nos criaban diversas niñeras y tutores; donde teníamos tiempo recreacional estrictamente controlado y al menos una vez a la semana dormía en una cápsula.

Mi padre, o el sujeto al que llamábamos así, nos reunía para hablarnos y darnos instrucciones, si quería tratar algún tema personal con él, debíamos pedir una cita previa con cuatro días de anticipación y nos otorgaba un máximo de veinte minutos. Siendo pequeño, había pensado que todos los niños vivían de la misma manera. Por eso ir a Almarzanera cambió mi perspectiva del mundo.

Solo fui con mi hermano menor Liam, mi padre y una de nuestras cuidadoras, a quien debíamos llamar mamá.

El laboratorio fue sustituido por una hermosa casa con vista al mar y pasaba las tardes jugando en un parque, con otros niños, quienes también tenían familias como la que yo pretendía tener ahí.

Yo no era distinto solo por tener habilidades que los niños fuera del laboratorio no. A diferencia de mis hermanos, yo podía distinguir que todas las personas tenían una estela, y esta era de dos tipos: las personas con estela larga, que se elevaba al infinito, vivían en dos dimensiones; y las que tenían estela corta, eran los desafortunados con solo una vida por vivir.

Fue debido a esa habilidad que mi padre me llevó a Almarzanera, y me utilizó por meses en sus consultas, donde diversos niños y bebés del pueblo llegaban y debía señalarle cuales eran como yo: niños portal.

Por supuesto que en ese entonces, yo no sabía que los estaba señalando para morir.

Empezaría a ir a un preescolar, un lugar donde estudiábamos niños que no eran mis hermanos. El primer día me senté junto a una niña, una de las pocas con estela larga como la mía. Ya se la había señalado a mi padre. No pude hablarle durante la clase y en el receso me acerqué a jugar con ella. Quise preguntarle cómo se llamaba en su otra vida y no me dio el tiempo, la maestra me llamó. Me retuvieron junto a mi hermano en el colegio durante todo el día y gente del laboratorio vino a recogernos, pues mi padre y la mujer que llamábamos mamá habían fallecido.

Mi vida volvió a ser como antes, los recuerdos de Almarzanera se hicieron difusos, pero siempre me sentí atraído a ese concepto de familia que había experimentado.

Mis hermanos me decían que era una idea boba. Al ir creciendo acepté que tener un papá y una mamá convencionales no iba a suceder, pero tener mi propia familia, sí.

No se lo conté a nadie, era como un deseo profundo que tenía. Regresar a Almarzanera, a la casa donde viví un tiempo, tener una esposa, una hija y un perro, uno grande, de esos que te llenan la cara de baba a lametones.

Volvió a pasar el tiempo y mientras más al final de mi adolescencia me encontrataba, más iba olvidando esa idea. El tipo de persona que yo era, no estaba destinada a una vida común. Y la habría olvidado, de no haber sido por esa noche durante un eclipse, donde logré lo que otro portal no había logrado: una conexión con una dimensión diferente, donde de alguna forma logré tomar posesión del cuerpo de un alter ego mío.

TransalternaWhere stories live. Discover now