Tarde de playa

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—Señorita Maya, ¿está despierta? —El sonido de la puerta siendo sacudida me despertó

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—Señorita Maya, ¿está despierta? —El sonido de la puerta siendo sacudida me despertó. Me senté con pereza y vi a Steve dormido en mi cama—. La puerta está con seguro, ¿se está vistiendo? —Gema preguntó.

—Sí, ¡por favor esperarme! —le grité y desperté a Steve. Él estaba tan confundido como yo, hasta que cayó en cuenta de dónde se encontraba.

—Maya, ya es tarde, baja de una vez. —La voz de mi madre se escuchó tras la puerta—. Quita el seguro —me ordenó.

En esa casa estaba prohibido que asegurásemos las puertas. Si bien había respeto a nuestra privacidad, mi madre debía poder entrar a cualquier habitación cuando quisiera.

—Vete, vete —le susurré a Steve. Ambos buscábamos impacientes dónde esconderlo o sacarlo. El baño no era una opción, Gema entraría directo a limpiarlo. Le señalé mi balcón, que daba hacia la parte posterior de la casa. Desde ahí arriba se podía ver el mar y el agua pasaba por debajo de este, justo donde iniciaba nuestro jardín—. Vas a tener que saltar.

—¡No! ¿estás loca?

—Vas a caer al agua. Es eso o enfrentar a mi madre, ¿qué prefieres?

Se escuchaba como mi madre sacaba su llavero y no tardaría en abrir mi puerta. Steve me suplicó con la mirada, me dio un beso en los labios y sin pensarlo más saltó, justo en el momento en que mi madre abría la puerta.

—¿Por qué estabas con la puerta asegurada? —me reclamó al entrar—. ¿Y por qué no estás vestida? El desayuno es en cinco minutos y si no estás ahí lista te irás al colegio sin comer.

—Sí mamá —rezongué.

Gema empezó a hacer la limpieza matutina y dejó mi uniforme planchado sobre la cama.

Con disimulo miré abajo, no distinguía a Steve, esperaba que ya hubiese nadado hacia el jardín y no se hubiese golpeado la cabeza y ahogado...

Me alisté como pude y llegué tarde al desayuno, mas este se había atrasado por Steve. Claro, mi madre era una maniática de los horarios, todo debía realizarse en las horas que establecía, no nos permitía los retrasos, pero por Steve, no tenía problemas.

Me senté a la mesa y miré hacia mi novio con pena. Todavía tenía el cabello mojado.

A diferencia del día anterior, salí con Tiago y caminamos hacia el colegio como siempre.

Entré directo al aula, me senté y poco rato después llegó Aaron, me miraba fijamente. No quise hacer contacto visual con él.

—¡Lucía! —llamé a mi compañera, que se sentaba en la última fila y se encontraba acomodando sus libros en el pupitre.

—Hola Maya.

—Hola, ¿te gustaría cambiar de asiento?

—¿Es en serio? —preguntó emocionada. Desde que Aaron había llegado al colegio que la mayoría de mi curso me envidiaba por sentarme a su lado, así que no fue difícil alejarme de él.

TransalternaWhere stories live. Discover now