Lazos fraternos

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No se olviden de comentar, los quiero!!!

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No se olviden de comentar, los quiero!!!

Ian era tan terco que se negó a ser revisado. Al menos la herida ya estaba cerrada y no parecía que fuese a infectarse. Sus hermanos no lo tomaron como la gran cosa, para ellos era parte de su vida cotidiana. De seguro habían tenido peores heridas por lo que esta era una nimiedad.

Igual acompañé a Ian a su vivienda. Entramos a su habitación y él empezó a desvestirse sin pudor en frente mío.

Me di la vuelta para no mirarlo y dirigí mi atención a un escritorio blanco que tenía contra la ventana. Todo ahí estaba ordenado con precisión milimétrica. Era difícil creer que se trataba de la habitación de un joven de dieciocho años. En otras circunstancias habría creído que alguien limpiaba por él, pero era poco probable que andase teletransportando al equipo de limpieza. O tal vez era que yo en ambas vidas era tan desordenada que ver una habitación tan limpia me desconcertaba.

—¿No entras conmigo? —Ya completamente desnudo y con la ropa en el cesto, Ian me preguntó con cinismo.

—No, tú eres el que está cubierto en sangre. Yo aquí te espero a que estés presentable para que vayamos a comer.

—Mi brazo me duele, ¿cómo voy a enjabonarme solo? —preguntó, fingiendo pena.

—Pues qué bueno que tienes el otro brazo sano.

No necesité verlo para adivinar qué gesto había puesto. Escuché que prendió la ducha y tomé el primer cuaderno que había sobre el escritorio.

Era uno con cientos de diseños de tatuajes: Animales, flores, calaveras... eran tan preciosos que me daba ganas de hacérmelos todos.

Otro cuaderno decía en la portada: "Almarzanera - Dimensión T52", así que abandoné el de tatuajes y me puse a ojear ese.

Los primeros eran paisajes de Almarzanera, los siguientes de criaturas, que asumía eran las que había cazado en ese lugar y todo el resto eran dibujos de Maya. Ella con el uniforme de la escuela sentada en su pupitre, ella con conversando con Grecia, ella mirando hacia el mar. Incluso había un par de ella semi desnuda, con un rostro dulce, como elevada en el aire. Era algo erótico y artístico. En otras circunstancias me habría sentido un poco acosada, pero era lindo. Me gustaba. Ian era un artista. Un artista algo pervertido, pero sin duda talentoso.

—Oye, vas a tener que enseñarme a usar armas y eso —le grité, mientras seguía ojeando sus cuadernos—. No puedo estar dentro de un círculo de sal todo el tiempo.

—Vamos a ir con calma —me gritó de vuelta—. Mis hermanos y yo hemos entrenado toda nuestra vida; en nuestras dos vidas. Tú recién empiezas y tienes mucho que ir aprendiendo. —El sonido de la ducha se detuvo y unos segundos después Ian regresó a la habitación, con una tolla alrededor de su cintura y el cabello chorreando agua, se sacudió como un perro y se acercó a mí. Yo seguía hecha a la desentendida, sin mirarlo de frente. Sentí el calor de su cuerpo mojado contra mi espalda y vi sus manos apoyadas en el escritorio, acorralándome.

TransalternaWhere stories live. Discover now