Mis dos padres

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Nos bajamos del capó, mi padre fue directo hacia mí, a tomarme con fuerza del cuero cabelludo

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Nos bajamos del capó, mi padre fue directo hacia mí, a tomarme con fuerza del cuero cabelludo.

—¡¿Qué te pasa Maya?! ¿Qué diablos estás haciendo?!—me gritó.

Aaron intervino de inmediato, empujando a mi padre, obligándolo a soltarme.

—¡No la toque!

—¡Es mi hija!

—¡No me importa que sea su hija, la toca y lo mato! —fue la furiosa amenaza de Aaron.

—¡Atrévete! ¡tú te vuelves a acercar a ella y te saco del pueblo! Voy a llamar a la policía ahora. —Mi padre tomó su celular, manteniendo su distancia con Aaron.

Esta vez yo tuve que detenerlos.

—Papá, no, hablemos en casa. Aaron nos vemos después, ¿sí?

—No, no voy a dejarte.

—Aaron, por favor —le insistí.

—Entra a la casa ahora —me ordenó mi padre.

Le hice a Aaron un gesto de súplica. Quería calmar las cosas, no que de verdad mi padre llamara a la policía. Al ser un pueblo pequeño, las familias más adineradas tenían mayor influencia, incluso con las autoridades y Aaron y Liam estando solos ahí, siendo extranjeros, estaban en desventaja.

Me llevó hacia la casa sujetándome por la parte posterior del cuello. Al llegar al recibidor, nos saludó mi madre, quien se dio cuenta que algo malo pasaba al ver cómo me llevaban.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

—Cuéntale, vamos Maya, cuéntale a tu madre con quién acabo de encontrarte y haciendo qué. —Me empujó hacia ella, yo no me animaba a mirarla a los ojos.

—Maya, ¿qué pasó? —puso su rostro severo.

—Yo... —Me animé a levantar la vista—. Necesitamos hablar, ¿está bien?

De nuevo mi padre me tomó con rudeza y subimos hacia su oficina, donde no tendríamos la intervención de alguna de mis hermanas.

—¿Eres una cualquiera? ¡Pensé que había criado a una dama! —me gritó.

—¿Me pueden explicar qué pasó? —mi madre se notaba nerviosa. Mi padre no solía enfadarse así.

—Hallé a tu hija besándose con el chico Hide.

—¡Maya! ¿Eso es cierto? —mi madre exclamó—. Te ordené alejarte de ese chico, por favor dime que te obligó.

—No se veía obligada—mi padre interfirió.

—Papá puedo...

—No solo nos desobedeciste al acercarte a ese chico, ¡también engañaste a tu prometido! ¡No puedo ni pronunciar el adjetivo que te mereces!

TransalternaWhere stories live. Discover now