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Natán daba vueltas en la cama. ¿Cómo pudo Betsy desconfiar de él?, todo estaba perdido. No podía si quiera imaginar hacer algo que ofendiera a Dios, no lo haría de nuevo. Betsy era como un tesoro, era lo más especial para él, nunca, nunca se atrevería a deshonrarla. Betsy tampoco dormía, ¿Cómo pudo actuar tan torpe?, ¿Cómo pudo insinuar así de Natán?, Él era un hombre bueno, honesto y respetuoso. Natán estaba molesto, no precisamente con Betsy, sino con aquella persona que la hizo desconfiar, aquella que le dio motivos para dudar de él. Betsy quería borrar las palabras de Fernanda de su mente, quería borrar los recuerdos de Matías.

Natán se preparó para la iglesia, bajó hasta la sala donde la señora Elena y su nieta esperaban. Las dos fueron en el auto de Natán y él se bajó para abrirles la puerta a ambas.
La señora no podía creer que estaba yendo a una iglesia cristiana, y Fernanda solo pensaba en el momento que Natán y Betsy revelarán su verdadera cara.

Los padres de Betsy estaban sorprendidos de ver a la señora y a su nieta en la iglesia. Era verdaderamente un milagro. Betsy bajó del auto y vio a Natán caminando hacia la puerta. Debía haber una menera de que él la perdonara, así que lo siguió hasta la banca. La señora Elena y Fernanda se sentaron detrás de Natán sin dejar de observar alrededor, la gente, el escenario y la decoración.

Betsy se sentó a la par de Natán. Él no se dio cuenta hasta que ella le tomó la mano, él se volvió sorprendido y se levantó con la excusa de que algunas personas necesitaban sentarse. Natán buscó un lugar a la par de Fernanda y Betsy comenzó a sentirse peor, al darse cuenta de las consecuencias de escuchar a la persona equivocada.

Andrea también estaba  asombrada de ver a la señora Elena Sevilla en la iglesia, se asustó cuando la vio cerca de Natán y peormente cuando descubrió que Fernanda también estaba. Luego se sentó a la par de Betsy para hacerle un interrogatorio.

—¿Cuándo llegaron?

—Esta semana—respondió sin ánimos.

—¿Y cómo es que están aquí?

—Nate... Natán las convenció.

Andrea volvió a ver a Natán y él la saludó con la mano, luego volvió a mirar a Betsy y notó su desánimo.

—¿Estás bien?

Betsy asintió con la cabeza y no quiso darle el rostro.

—Por favor, ten cuidado, no creas todo lo que te digan—objetó Andrea.

Betsy volvió a mirarla. Tenía toda la razón de seguir el consejo de Andrea, era prudente y era cierto.

Al final del servicio, Natán salió con la señora para llevarla de nuevo a la casa. Fernanda los siguió entre la multitud. Tropezó con Betsy y Andrea que también iban de salida.

—Hola Andrea—le sonrió.—Y Betsy.

—Qué bueno que hayas venido al templo.—dijo Andrea.

—El novio de Betsy me hizo venir, tiene gran poder de convencimiento, te hace creer sus palabras.

—¿El novio de Betsy?

—Natán..., es un ángel.

Betsy la miró sosegada. No entendía cómo podía tener tanta hipocresía dentro de ella.

—No sabía que eran novios—dijo Andrea mirando a Betsy.

—¿No te lo dijo?, Eso es terrible, pensé que ustedes eran mejores amigas, casi me creo el cuento.

Fernanda vio que Natán casi se iba, sólo les dio una sonrisa y se fue, dejando un fuego encendido.

—¿Betsy?—dijo Andrea con el ceño fruncido.

—Iba a decirte, todo fue tan rápido...

—Pensé que confiabas en mí.

—Lo hago.

—No me dijiste algo tan importante, ¿o es que no lo es?, porque no veo que estés del todo feliz.

—Andrea, déjame explicar.

—¿Cómo es eso?, Ayer salías con Matías y no es digno de mencionar lo que pasó, y de nuevo Betsy, otra vez ya no pareces tú.

—Hace una semana, después de regresar de tu casa. Natán y yo...—Betsy se conmovió—no me siento bien.

—¿Él te dijo algo?

—No, no Andrea, yo estoy mal, pensé que él era igual que Matías, y lo ofendí por eso.

—Entiendo.

—No sé cómo arreglarlo ahora, él se siente mal también, y yo... lo quiero.

Andrea le puso la mano en el hombro.

—Dime, ¿qué pasó?

—Salimos, y temí vivir otra vez lo mismo. Le pedí que me llevara a casa temprano.

—Deberías disculparte nada más y decirle que fue un malentendido.

—Ya intenté explicarle, pero...

—Lo intentas otra vez. Así es el amor, debes trabajar por él todos los días, es como un jardín, hay que podarlo, regarlo y seguir plantando flores nuevas.

Natán ayudo a la señora en la entrada, abrió la puerta y la dejó seguir primero.
—¿Qué le pareció?—le preguntó él.

—Algo nuevo para mí.

—¿Lo repetiría?

—Es posible—dudó.

—¿Qué tan probable?

—¿Sabes?, Tú y ese Jesús son raros.

—Tal vez no nos ha visto de cerca.

—He visto suficiente.—se sentó mostrando cansancio en su rostro.

Fernanda entró después, descubriendo un ambiente tenso en la sala.

—No sé por qué no fui antes—expresó.—si hubiera sabido que las iglesias eran tan creativas, no me hubiese perdido ningún domingo.

—¿Qué estás diciendo?—se inquietó la señora.

—Sí abuela, por mi parte lo repetiría.

Natán estaba admirado, no podía creer lo que escuchaba.

—¿En serio?

—Iremos el siguiente domingo.

—Yo no lo haré—dijo la señora.

—Irás, claro que irás.

Cuándo Betsy regresó de la iglesia Natán estaba sacando todas sus pertenencias de la casa. El patio estaba abarrotado de cajas. Ella lo observó desde la ventana hasta el momento en que el auto comenzó a alejarse. Abrió la ventana y solo estaban las medias colgando, Natán se llevó el corbatín y probablemente una parte de ella. Soltó las medias despacio. Las miró entre sus manos y luego las apretujó.
Miró en la ventana del otro lado, había un cartel con algo escrito, eran letras pequeñas y escritas a la rápida.
Pero pudo leer la frase completa.

Llevé el corbatín conmigo a la calle Oeste, dejé mi corazón contigo. Nate.

Solo BetsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora