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Betsy estaba abrumada, no dejaba de preguntarse quien era aquel jóven. Entró a la iglesia y buscó un lugar junto a su familia. Volvió a ver hacia atrás para descubrir si el muchacho realmente venía hacia la iglesia.

Natán entró despacio analizando el lugar, no conocía a nadie y estaba un poco perdido. Betsy lo vio cuando él se sentaba en la fila de atrás, desvió rápidamente su atención cuando el coro comenzó a cantar.

Antes de que el servicio terminara, Betsy tenía que ir a ayudar en la cafetería, la gente saldría muy pronto a comprar el almuerzo. Rápidamente el extenso comedor se llenó y Betsy estaba tan ocupada que sentía mucha ansiedad encima. Su familia se reunió en una mesa cerca de la salida, y esperaron a que ella de desocupara para almorzar juntos. Betsy esperó a que el desconocido de la mañana llegara a la ventanilla de la cafetería, pero no apareció ni lo vio más, llegó a pensar que solo lo había imaginado, quizá era uno de los jóvenes de la iglesia.
Al volver a casa, Betsy se quedó mirando la casa de doña Elena, parecía estar vacía, si la señora hubiese regresado al menos estaría viendo televisión. El padre de Betsy no bajó del auto y a todas se les hizo muy extraño.

—Mi amor—se dirigió a su esposa—prepara galletas, ya regreso.

—¿A dónde vas papá?—preguntó Andrea.

—Al Mall, invité al nuevo vecino a tomar café con nosotros.

Fue muy grande la sorpresa para las dos hermanas. Betsy tomó a Andrea del brazo y la llevó corriendo adentro.

—Te lo dije, había alguien en la casa.—la confrontó Betsy hablando en susurro.

—¿Pero no entiendo?, ¿doña Elena Sevilla vendió la casa?

—Lo averiguaremos.—sonrió Betsy.

Su madre las vio hablando entre murmullos y las mando a que se encargaran de asear la casa.
Después de dejar todo ordenado, Betsy fue a cambiarse la ropa por una más cómoda. Se escuchó el timbre sonar dos veces y Betsy corrio hacia bajo para ser la afortunada de abrir. Cuando llegó era muy tarde, su padre ya había hecho pasar al invitado al comedor. Andrea bajó también y vio a su hermana deambulando en la sala.

—Entremos juntas—dijo Betsy con notables nervios de dejarse ver.

Aparecieron en el comedor con semblante sonriente y simpático. Natán se inquietó al ver que ahí estaba la hermosa chica de la iglesia. Juntó las manos sobre la mesa tratando de ocultar los nervios y esperó a que se sentaran para decir algo.

—Es un gusto—dijo Betsy sentada junto a su padre.

—El mío igual—respondió el jóven sin mirarla directamente.

—Soy Andrea—continuó la otra hermana.

—Natán.

Betsy sopesó el extraño nombre del invitado, nunca lo había escuchado, pero parecía calzarle muy bien a él.

—¿Café?—preguntó el señor.

Natán asintió y se recostó en la silla muy tenso. Betsy tenía la cabeza baja con pensamientos redundantes, hasta que su hermana le tocó para que se levantara y fuera a ayudar a servir el café. Se suspendió de inmediato, le dio un vistazo al invitado y se fue hacia la cocina.

La charla estuvo muy amena entre el señor y el joven, les contó por qué estaba ahí, y cuál era la situación de la casa. Las chicas estaban contentas de que se aclararan las dudas, y que hubiera un nuevo vecino como él en lugar de doña Elena. Aunque él no se extendió demasiado, fue solo porque el señor le hacía preguntas y se sentía obligado a responder.

Solo BetsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora