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Natán se resolvía en las mismas afirmaciones, ¿quién podría amarlo sinceramente? ¿qué podría ver Betsy en él?. Quería permanecer en ese pensamiento en el cual se refugiaba. No había otra manera más que aceptar que no era competente para el juego del amor, no podría darle nada que ella no tuviera, nada que jamás haya visto. Se sentía seguro en ese lugar con un muro de piedra muy firme que no dejaba traspasar ningún sentimiento.

Betsy había salido temprano a visitar a Andrea en su casa, después de regresar de su luna de miel. Andrea la recibió con una abrazo caluroso, seguidamente lo hizo Erick con una alegre sonrisa. Se quedaría tres días, sus padres le habían dicho que fuera una semana, pero no quiso quedarse mucho tiempo para no intervenir en el joven matrimonio. Tres días serían suficientes para pensar claramente, para alejarse de la turbulencia de su mente. No estaba triste pero sí decepcionada por lo que había pasado con Natán, de alguna forma sentía que podía predecir su respuesta. No lo conocía tan bien como para descifrarlo totalmente, pero encontraba en sus palabras los miedos muy escondidos. Por eso necesitaba un respiro, aún no superaba la experiencia con Matías ni encontraba un balance para sus nuevos sentimientos por Natán, sabía que lo apreciaba mucho y al mismo tiempo sentía el golpe de su rechazo.

Andrea la invitó a pasar sin apagar la expresión alegre de su rostro. Betsy se quitó los zapatos en la entrada y colgó el abrigo en el perchero. Erick tomó su maleta y la llevó hasta la habitación que le habían designado, mientras Andrea guiaba a Betsy hacia la cocina. Era más espaciosa que la de su madre, con cortinas coloridas estampadas de primavera y el papel tapiz de la pared blanco. Betsy entró con cara de asombro sin dejar de mirar de un lado hacia otro.

Andrea no paraba de hablar sobre su nueva vida, la comunión con su esposo y todo lo que ahora era diferente. Betsy la escuchaba con atención en tanto daban un recorrido conociendo toda la casa. Al final se detuvieron en la terraza del piso de arriba, el aire soplaba sutilmente, la primavera se dejaba ver desde la altura.

Betsy logró ver las montañas desde ahí, se recostó en una columna de la baranda y se introdujo en el tiempo, en lo que en un momento había soñado y ahora parecía una pesadilla, en quién le había regalado aquel deseo y en aquel que también lo había hecho morir.

Creía que podía entender a Natán, que era el hombre indicado para todo y quién amaría sin condiciones. Creía saber lo que él sentía pero recibió lo opuesto a lo pensado.

—¿Estás bien?—preguntó Andrea.

—Claro—sonrió Betsy.

—Te ves feliz, pero tus ojos no brillan como antes, tu sonrisa no es la misma, ahora es más apagada. Dime Betsy ¿Qué te pasa?

—Estoy bien, es sólo que el paisaje me pone melancólica.

—Espero que eso sea.

Betsy siguió mirando a la distancia, el cielo nublado y escuchando los cantos de los pájaros a lo lejos.
Andrea le tocó el hombro y se retiró para dejarla sola, aunque Betsy no lo dijera, ella la conocía lo suficiente para saber que algo estaba mal, no estaba segura si era por la vieja experiencia o si se había comprado una nueva.

Por la tarde Betsy ayudó a su hermana con la cena. Picaba los ingredientes mientras Andrea revolvía la sartén. Erick entró de repente con unas bolsas, las tiró en el piso y corrió a darle un abrazo a su esposa. Betsy escuchó el sonido del beso que se dieron y aunque no volvió a mirar, su memoria recordaba aquel último beso en la mejilla.

Volvía a sentir el olor de Natán que le traía suspiros entrecortados, la sensación de tenerlo cerca, sus manos calurosas aquella tarde tomando el té, su figura bajando del auto aquella primera vez, su rescate la noche fría y por último su rechazo. Se preguntaba por qué, ¿Por qué el amor era tan complicado?.

El timbre de la casa sonó una vez siendo escuchado por todos. Erick soltó a Andrea y salió de la cocina para ir a abrir. Las hermanas escucharon la plática inentendible desde adentro. Betsy no quiso preguntar nada y siguió cortando especias pero sin dejar de lado el interés.

Erick regresó minutos después y recogió las bolsas que había dejado en el piso, haciendo como si nada pasaba. Comenzó a guardar víveres en el refrigerador y se dirigió a Andrea nuevamente.

—¿Les dije que alguien nos acompañaría?

—No...—respondió Andrea con el ceño fruncido.

—Bueno, entonces es una sorpresa.

Andrea se giró y miró la figura entrando a la cocina. Betsy miró primero a Andrea y la sonrisa que mantenía, y luego volvió a mirar al invitado.

—Matías...—fue lo que pudo decir.

—Llegas justo a tiempo para la cena—replicó Erick.

Andrea volvió a mirar a Betsy, percibiendo todo lo que podía estar sintiendo en ese momento. Betsy se giró dándole la espalda a todos pero advirtiendo los ojos de Matías sobre ella.

—¿Cómo está todo?—le preguntó Andrea a Matías con cierta ironía.

—Bien, supongo.

Betsy no pudo soportarlo más. Se quitó el delantal que llevaba, lo puso encima de lo que estaba cortando y salió de la cocina rápidamente.
Entró a la habitación y tomó la ropa que recién había desempacado y comenzó a meterla en la maleta.
Andrea entró y le agarró la mano para detenerla dejando una línea entre seguir o obedecer.

—¿Qué crees que haces?—dijo calmada.

—Irme, no puedo convivir con él otro segundo más.

—Betsy, no es razonable, lo que es haces es sólo empeorar las cosas. Cometiste un error al confiar en él, pero no fue tu culpa.

—Por eso no debo estar aquí con él.

—Si alguien tiene que irse es él, entiende.

Betsy se rindió y se sentó en la cama tratando de analizar con la mente fría lo que su hermana decía.

—¿Acaso vas a echarlo? ¿O Erick lo hará?

—Betsy, si huyes de algo estás probando que no lo has superado.

—No puedo quedarme Andrea, no después de lo que pasó.

—También es difícil para mí—se sentó Andrea a su lado.—pero debemos aprender a perdonar y a olvidar al mismo tiempo.

Betsy asintió todavía dudando. Quería creer firmemente en las palabras de su hermana y confiar en que ese era el mejor camino.

Solo BetsyWhere stories live. Discover now