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Saliendo de la estación, Betsy y Andrea empezaron a caminar en medio de la neblina. La temperatura había bajado un par de grados más al salir afuera. Betsy sacó un gorro de la mochila y se lo acomodó en la cabeza con una mano, mientras sostenía unas bolsas con la otra. Al verla tan ansiosa forcejeando, Andrea tomó las bolsas para que pudiera completar su objetivo.

—Te lo hubieses puesto cuando estábamos adentro, ahora podrían dolerte los oídos por salir así.

—Que importa ya—soltó Betsy tirando de las bolsas de la mano de su hermana.

—Luego tengo que cuidar de ti.

—Eso... ¿Por eso te preocupa?.—se sorprendió fingidamente.

—Claro que no—dijo Andrea dándole una palmadita en la cabeza.—solo bromeaba.

—Lo sé.

—Por cierto... ¿Quién era ese?—desvió la conversación.

—¿Quién?

—Estabas hablando con alguien, en la estación. ¿Quién era?

Betsy se quedó un momento analizando y luego recordó todo lo que había pasado. Aunque no entendía cuál era la intención de Andrea al preguntar, prefería no ocultarle nada.

—No lo sé. Fue alguien que... Solo preguntó por la hora.

—Ah, pero...

—No sé quién es, no lo había visto antes, dijo que venía del sur.

—¿Del sur?, ¿Entonces solo preguntó la hora?

—No, dijo otras cosas.

—Mm, tenía buen porte.

—¿Qué?—Betsy comprendió el rumbo de la conversación—lo acabo de ver. No pienses qué...

—Eso no se ve todos los días.

Ambas se rieron, pero por alguna razón Betsy no se sentía cómoda.

—No inventes Andrea. Ni siquiera tienes derecho a decir eso, estás comprometida.

—No es para mí, ya sabes. Pero si estuviera en tu lugar no hubiera perdido la oportunidad.

—No bromees así. Estoy segura que jamás lo harías.

—Tienes razón, pero tú serías capaz, eras más sociable, más simpática, si tuvieras mi capacidad de observación...

—No sigas... Eso es imposible. Somos cristianas, es difícil que algo así pase.

—¿Qué cosa?

—El amor a primera vista. No puedes ver a alguien y enamorarte porque sí, nada te asegura que es cristiano como tú y dado el caso que lo fuera, no hay certeza de que sea uno verdadero. Y si fuera un cristiano verdadero, deberían tener algo más en común. Y finalmente si todo esto pasara por obra del destino... ¿cómo puedes saber si esa persona sentirá lo mismo?

—¿Qué dices Betsy?—soltó Andrea confundida.

—Lo que dije. No puedes ver a alguien por ahí y luego tener un amor de verano, o de invierno en este caso. Eso es imposible, una probabilidad en un millón.

—¿Y si pasara?

Betsy no quiso responder, ya había dicho suficiente y no quería seguir con la misma conversación, le parecía extraña y fuera de lugar. Para eso ya estaban llegando a la casa, así que guardaron silencio hasta abrir la puerta. 

Andrea entró primero y se dirigió a la cocina para guardar algunos víveres que había comprado. Betsy cerró la puerta tras ella y tiró las bolsas en un sofá de la sala. Se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero. Antes de que pudiera llevarse las manos a la cabeza para quitarse también el gorro, sintió una punzada. De repente se dió cuenta, como si el aire frío se hubiera colado por los oídos, sentía la cara congelada y al mismo tiempo como si la cabeza le fuera a explotar. Se cubrió los oídos con las manos y escuchó un sumbido muy leve.

—Te lo dije—dijo Andrea detrás—no debiste olvidar el gorro.

—¡Ahh!—se quejó con las manos todavía cubriendo los oídos.

—Ve arriba, buscaré algo para el dolor. Será mejor que te encierres en la habitación y no olvides subir la calefacción.

—Sí.

Betsy subió las escaleras con una mano sostenida en la cabeza, los oídos comenzaban a doler. Hizo lo que su hermana le había pedido, sin embargo, no podía quedarse quieta, el dolor se hacía cada vez más insoportable. Andrea entró minutos más tarde con una medicina. Estaba molesta, ahora tendría que cuidar de su hermana toda la noche.

—No te preocupes, estaré bien—dijo Betsy mientras Andrea le aplicaba unas gotas en los oídos.

—Eres muy testaruda, bien sabes...

—Baja la voz—la detuvo Betsy haciendo una señal con la mano.—me duele más si me hablas tan cerca.

—Te hablaré, te hablaré muy fuerte, ¿Cuándo vas a aprender?

—¡Ahh!

Natán se había recostado en el sofá de la habitación, después de limpiar toda la casa se sentía realmente agotado. Estaba a punto de quedarse dormido cuando escuchó el grito del otro lado. No había sido tan fuerte, además de que en invierno las ventanas permanecen cerradas y es difícil que entre algún sonido de afuera, mucho menos de otra casa.

Abrió los ojos asustado y lleno de suspenso. Se levantó del sofá y se dirigió hacia la ventana. Abrió la cortina lentamente, pero solo logró mirar el vidrio que estaba empañado por el frío de afuera. Antes de limpiarlo se restregó los ojos para sentirse más despierto. No lograba ver nada, el clima había nublado la ventana por fuera, si la abría así de repente y acabado de despertar, podría enfermarse. Cerró la cortina e ignoró el asunto, seguramente había sido un sueño. Se acostó en la cama y se envolvió en la sábana, no había más que hacer, era sábado por la tarde.

Después de unas pastillas y un té relajante, Betsy logró quedarse dormida, ya que todavía era muy temprano de seguro acabaría despertando en la madrugada. Y así fue porque a las tres de la mañana estaba con los ojos abiertos y sin poder volver a dormir. El dolor de los oídos había disminuido pero no del todo. Se levantó y encendió las luces para buscar la medicina. Aplicó las gotas en los oídos y volvió a apagar la luz.

Cuando se volvió hacia la cama, notó algo que brillaba en la ventana, encendió la luz para asegurarse bien, pero todo se veía normal. Volvió a apagar la luz y caminó hacia la ventana. Miró con atención mientras se presionaba los oídos con las manos. Notó la luz en la habitación de la casa vecina. Se quedó de pie en el mismo lugar durante algunos minutos, se sentía acompañada, como si aquel reflejo le traía consuelo.  Se olvidó del dolor de oídos y pronto el sueño volvió a llegar.

Solo BetsyWhere stories live. Discover now