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Betsy apartó levemente la cortina de la ventana de enfrente para segurarse de que era Matías el que estaba afuera.

—Vamos, ¿Por qué no sales?—le habló Andrea.

—¿No eres tú la que dice que hay que hacer esperar a los hombres?—replicó Betsy.

—Sí, pero no en estos casos, él no se lo merece, ve rápido.

Betsy hizo una expresión de molestia, abrió la puerta despacio y asomó sólo la cabeza para corroborar. Quiso esconderse de los ojos que la miraban desde afuera pero no tenía otra salida más que aparecer. Tomó una gabardina negra del perchero, se acomodó el gorro para el frío que ahora no podía faltarle y una bufanda para evitar el dolor de garganta.

Betsy salió tímida con las manos juntas adelante sosteniendo su bolso. Matías la observaba recostado en el auto que Erick le había prestado para la ocasión. Ambos mantenían una sonrisa simpática la cuál permanecería durante el encuentro.
Matías la saludó con un beso en la mejilla, Betsy no sabía si ponerse nerviosa o incómoda. Él le abrió la puerta y volvió a cerrarla después de que entrara al auto.

Llegaron a un café en la segunda planta del centro comercial de la ciudad. Matías tomó la gabardina de Betsy y su propio abrigo y los llevó al perchero del café mientras ella miraba la cartilla. Cuando él hubo regresado se sentó en frente y le bajó la cartilla para verla a los ojos.

—Entonces, Elizabeth... perdón, Betsy. Aquí estamos, tú qué crees en las casualidades y yo que creo en los propósitos. ¿Qué tal?

—No es que no crea en los propósitos, es sólo que ciertas cosas no llegan a merecer ese título. Le doy prioridad a los momentos de la vida sin importar como se llamen.

—Claro, ¿pero no crees que haya una razón para todo?

—Sí, pero entonces la casualidad actúa de acuerdo al propósito.

-—O a la voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Betsy sonrió y por primera vez se sintió cómoda delante de Matías.
Ordenaron dos cafés y un pastel para los ambos, continuaron discutiendo las constantes de la vida y un poco de religión. Después de que el tema tuviera fin en cinco frases cada uno, ninguno supo que más decir ni preguntar.

—¿Qué hay de tu hermana?—preguntó Matías poniendo otra conversación.

—Bien, pero supongo que lo sabes, Erick sabe todo de ella.

—Eso parece...

—¿Parece?—se extrañó Betsy.

—Sí, después del matrimonio siempre se dan cuenta de que no se conocían lo suficiente.

—Lo dices como si supieras mucho de matrimonio—se burló ella.

Matías tomó un sorbo de café y guardó silencio algunos segundos.

—No hace falta darse cuenta de que todo es una ilusión.

—¿Qué?

—Nunca sabes lo suficiente.

—Eso es verdad—respondió tranquila.

—Entonces, ¿puedo comenzar a saber?

—¿Qué cosa?

—Sobre ti.

Betsy se sonrojó y tomó una cucharada del pastel para distraerse. Los ojos de Matías eran fijos sobre ella, admirando la forma de su cara y sus expresiones.

—¿Qué es lo que haces a menudo?

Ella no quería mirarlo e intentó responder desviándose en el café.

—No haga nada, excepto leer e ir a la iglesia.

—¿Solamente?

—Sí. Continuaré la universidad el año que viene. Es invierno y estoy de vacaciones.

—¿Aún no terminas?

—No tengo la edad de alguien que termina la universidad.

Él no se rió como ella esperaba, más bien parecía ansioso por seguir el interrogatorio.

—¿Tienes más hermanos?

—Una hermana, está casada y tiene un hijo.

—¿Qué hay de tus padres?

—¿Ellos qué?

—Debes decirme algo de ellos.

—No creo que sea una regla—replicó Betsy.

—Entonces no te gustan las reglas.

—Prefiero lo fresco y espontáneo.

—De acuerdo—dijo él con astucia.—quieres que me exprese.

Betsy asintió satisfecha de que la comprendiera.

—¿Qué hay del pasado?

—¿Del pasado?—vaciló— no creo que valga la pena hablar del pasado.

—¿Ha habido alguien?

—No creo que sea importante—siguió Betsy sin entender sus preguntas.

—Bien, Betsy.

—Bien.

—¿Quieres decir algo más?—preguntó después del último trago de café.

—No.

Betsy miró el reloj y vio que solo había pasado media hora, sería extraño si decía que era tiempo de irse, tenían un trato de una hora y era lo que Andrea tambien quería.

—¿Hace cuánto conoces a Erick?—siguió ella.

—No hace mucho, dos años tal vez.

—¿Y por qué son tan buenos amigos.

—No creo que tenga que ver con el tiempo, a veces solo tienes que preguntar la hora y te vuelves amigo de alguien.

—Nunca dije que fueramos amigos—lo bromeó Betsy con una sonrisa.

—Podemos serlo ahora—le tendió la mano.

Betsy respondió muy tensa y él le tomó la mano entre las suyas. Los nervios se apoderaron de ella y quiso huir en ese instante. Nadie le contó lo que pasaba o por qué pasaba, no sabía si era bueno o malo, lo que sabía es que había cruzado una línea y posiblemente no habría vuelta atrás. "le das la mano, luego le das el corazón" decía Andrea.

Regresaron antes del anochecer y Matías repitió el mismo ritual del principio, abrir la puerta y un beso en la mejilla de despedida. Betsy lo vio antes de cerrar la puerta mientras él esperaba recostado en el auto a que ella se metiera a la casa.

Betsy se quedó en la puerta de su cuarto observando a su alrededor sin prestar atención, sólo repasando en su mente lo que acababa de vivir. Se tiró en la cama mirando el techo, sin cambiarse el vestido ni quitarse los zapatos.

—Voluntad de Dios—repetió en susurro.

Se perdió en su mente como en un limbo de imaginaciones y posibilidades. No quería perderse ni perder su enfoque, pero soñaba con un amor de verdad, una historia de cuentos y un príncipe. Hizo lo que era mejor y más conveniente, oró con firmeza y decidió esperar una respuesta de Dios.

Solo BetsyWhere stories live. Discover now