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—¿Estás seguro?—preguntó Erick frente a Matías.

—No lo sé, es complicado saberlo.

—¿Qué es complicado?, no puedes ir a la deriva en algo tan serio.

Estaban en el balcón de la habitación de Erick en el quinto piso del único edifico de condominios en el pueblo.
Erick estaba recostado en las barandas mirando hacia adentro, mientras Matías prefería observar el panorama.

—Quiero dejar que todo pase y que solo suceda.

—No creo que esté bien. Betsy es una buena chica. Ya sabes lo que pasa cuando te dejas llevar, especialmente en estos casos.

—¿Y qué tal si funciona?

—¿Y qué tal si no?

—Entonces no importa porque lo habré intentado.

—¿Pero es que no piensas?—se alteró Erick.—no es porque sea la hermana de Andrea. Creí que ya habías aprendido...

—Basta Erick.—se giró Matías hacia él.—no tienes que darme consejos, sólo hemos salido, no es nada.

Para entonces Betsy había salido unas tres veces con Matías, la segunda vez él la llevó a conocer un mirador, desde ahí se podían ver todas las montañas claramente, los valles y la ciudad. Hacia más frío de lo habitual por la altura y el viento soplaba muy fuerte. Fueron al atardecer como ella quería y aunque al principio estuvo retraída, Andrea se encargó de convercerla. A Betsy se le había caído el gorro ese día y su pelo ondeaba alrededor de su cara por la fuerza del viento. Matías le corrió el cabello suavemente y le dijo que se veía hermosa, que no necesitaba del gorro. Betsy sabía lo que pasaría si el aire frío entraba a sus oídos, por suerte su abrigo tenía capucha y pudo usarla en lugar del gorro. 

Erick y Matías continuaban su conversación que prontamente se había convertido en una discusión.

—¿Qué quieres hacer?—siguió Erick bajando la voz que recién había alzado.

Matías volvió a girarse poniendo las manos en las barandas y con la vista fija hacia abajo.

—Solo te aconsejo que vayas despacio, podrías evitar una tragedia.

—Necesito un momento—respondió Matías a Erick—¿Podrías dejarme solo?

Después de tocarle el hombro a su amigo Erick se retiró sin protestar.

La tercera vez, Matías la llevó por un camino hacia el campo, él sol brillaba radiante perfecto para un picnic y el frío había disminuido. Betsy estaba feliz por la aventura que recién comenzaba, sacaba las manos por la ventana del auto y de vez en cuando la cabeza para disfrutar los paisajes.

Matías estaba concentrado en manejar y en llegar al lugar que su amigo le había recomendado. Era una cumbre rodeada de árboles de pino y algunos manzanales. Un pasto verde  cubierto de flores amarillas y hojas secas que quedaban del otoño.

Betsy tendió la manta en la cima debajo de un árbol, él llevó las provisiones que compartirían durante el día. Querían aprovechar todas las horas que tenían, lo habían planeado rigurosamente, con la ayuda de Andrea y Erick por supuesto.

Después del almuerzo caminaron alrededor de la cumbre y entre los árboles. Matías hablaba más que Betsy últimamente, todo se resumía a preguntas y respuestas cortas que al final no lograban consumar una conversación completa, siempre estaban cambiando de tema y cuando se acababan recurrían a hablar de Andrea y de Erick. Al llegar al árbol que habían escogido como sombra, ambos se sentaron a la par del otro mirando el horizonte, el atardecer que empezaba a formarse.

—¿Te gusta?—preguntó Matías.

—Es hermoso—afirmó Betsy.

—Cada vez que el sol baja las nubes cambian de forma y hay una nueva perspectiva.

—Sí—sonrió ella.

El viento comenzó a soplar hacia el anochecer, el frío llegaría pronto y también la oscuridad. Betsy se puso de pie para disfrutar mejor el aire y sentir las hojas que caían de los árboles. Cerró los ojos y pensó en lo maravilloso que era ese momento, casi mágico y celestial.

Abrió los ojos segundos después y notó la mirada de Matías sobre ella, quién también estaba de pie muy cerca.

—Eres hermosa.—dijo muy suave.

Ella se giró hacia él y lo miró, él le tomó la mano.

—Pero tengo un problema contigo—siguió—tal vez no pueda vivir sin mirarte.

Betsy se puso nerviosa y desvió sus ojos nuevamente hacia las nubes. Matías se acercó más sin apartar su mirada de ella, respiró muy cerca, lo cuál hizo que Betsy se asustara y se volviera.

Desde el balcón, Matías respiró muy hondo como resoplando, con el puño cerrado y mirada fría hacia las luces de las casas que comenzaban a brillar esa tarde. Recordaba el beso fallido que intentaba darle, Betsy se negó, por alguna razón no se sentía cómoda e interrumpió la escena con un comentario muy soso para él.

—Se hace tarde, debemos volver.

No tenía más remedio que devolverla a su casa, ese era el trato con ella, y el de ella con sus padres, a quienes nunca quería fallarles. 

Betsy en su cama recordaba la misma escena, con imnumerables interrogantes sin sentido. Ya no estaba tan segura de lo que sentía, o se entregaba a un deseo o se olvidaba de todo. Si estuvo mal haberlo rechazado, se preguntaba qué debería haber hecho entonces. ¿Cómo respondía y correspondía si al final ambas situaciones no hubieran hecho la diferencia? ¿Qué habría pasado después?, ¿qué habría sido si deja que él cumpla su propósito?, ¿le habría gustado o no?, Pero de todas formas sentía satisfacción de solo haber vivido esos momentos sin agregar más ni quitarle nada, y aunque él pareciera molesto quizá lograría entenderla después.

Solo BetsyWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu