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A la mañana siguiente Betsy no se acordaba del percance de la noche anterior, solo fue hasta que Natán salió para hacer las compras. Apenas hacía la cama cuando escuchó el ruido de un auto que arrancaba. Se asomó por la ventana que daba hacia la calle y logró divisar un auto azul que salía justo de la casa vecina. Supo entonces de lo que se trataba el problema y sin pensarlo dos veces corrió a la habitación de Andrea.
Abrió la puerta sin tocar y se tiró encima de su hermana, quien recién se despertaba con el sonido de la puerta.

—¡No me lo vas a creer!—habló cerca de su cara.

Andrea bostezó y estiró los brazos para luego prestar atención a su hermana menor.

—Doña Elena Sevilla volvió y estaba usando un auto como la gente común.

—¿Qué?—se sorprendió Andrea apenas asimilando la presencia de Betsy. 

—Acabo de ver salir a un auto de su casa.

—Betsy, es muy temprano ¿no crees?, no es para que hagas estas cosas un domingo.

—¿No me crees?

—No es eso.—Andrea se levantó y se dirigió al espejo.—¿Por qué doña Elena saldría tan temprano?, Además si necesitara algo le pediría a su impertinente nieta que vaya por ella.

—No digas eso de Fernanda, ella era amable.

—¿Amable?, Si la ves con tus ojos, por supuesto que es amable, pero ya sabes lo fina y presuntuosa que era.

—Como sea...

Andrea comenzó a peinar su larga cabellera negra, mientras Betsy se quedaba sentada en la cama sin dejar de pensar en la señora.

—¿Por qué crees que haya regresado?—preguntó Betsy antes de levantarse.

—No lo sé. Mejor deja ya ese asunto.

Betsy se quedó observando el anillo de compromiso que llevaba Andrea en la mano izquierda. Y cuando ella terminó de peinarse, se acercó por detrás tomándola de los hombros.

—Estoy muy feliz por ti—dijo mirándola por el espejo.

Andrea se miró el anillo y sonrió.

—Creéme, yo estoy más feliz.

—Lo sé—se rió Betsy—¿Crees que algún día encuentre a alguien como Erick?

Andrea se giró sin cambiar la sonrisa.

—Obvio no, solo hay un Erick y es mío—dijo y le mostró el anillo.

Ambas se rieron. Andrea tomó las manos de Betsy y la miró a los ojos.

—Yo creo que muy pronto encontrarás a alguien tan especial como tú.

—No exageres, no quiero nada muy pronto, los hombres son complicados.

—¿Por qué lo dices?

—¿Nunca te lo has preguntado?, ¿cómo piensan los hombres?, cuando escogen la ropa, cuando se toman una foto o cuando se ven al espejo. Es tan complejo y difícil de descifrar, y a la vez tan interesante y curioso de descubrir. Pero solo por eso me casaría con uno.

Andrea soltó una carcajada. Después se dirigió a la cama y se sentó con las manos hacia atrás.

—No son tan complicados Betsy, ya lo descubrirás. Mejor ve a prepararte para el servicio.

Natán regresó de hacer las compras y luego se sentó a leer la Biblia un poco antes de irse a la iglesia. En la otra casa, Betsy se vestía. Casi siempre usaba vestidos o faldas, las cuales complementaba con medias, generalmente negras y de colores enteros. Esta vez usaría jeans y un suéter, aunque todo el mundo sabía que cualquier cosa le quedaba bien, incluso si salía en piyamas, y es que era su costumbre, nadie había podido quitársela nunca, si no tenía que salir de casa, lo mejor era usar las piyamas. Tenía de todos los colores, su favorita era una rosada con estampados de frutas. Mientras se alisába su cabellera dorada, escuchó la voz de su padre abajo.

—¡Elizabeth!

Betsy buscó un abrigo en el armario, para ponérselo antes de salir de la habitación.

—¡Elizabeth!

Bajó las escaleras a toda prisa y se dirigió a su padre, a quien encontró  desayunando en el comedor.

—Papá, ya te dicho que no me llames Elizabeth.

Su padre alzó la vista al verla llegar y se echó una risilla burlona.

—Ese es tu nombre.

—Puedes decirme solo Betsy, así te ahorras palabras, es una ventaja.—se sentó frente a él mostrando una expresión de disgusto.

—Ya sé que no te gusta tanto Elizabeth, pero eso te hace venir más rápido.

Betsy logró mostrar una sonrisa.

—¿Para qué me llamabas?

—Necesito que ayudes hoy la cafetería—hizo una pausa mientras masticaba—Jessenia no vendrá a la iglesia, así que sería de mucha ayuda tu presencia.

Como un líder de la iglesia, era capaz de designar a cualquier persona para algún puesto, aunque sabía que su hija siempre estaba dispuesta a servir. Era amada por todos, no había alguien que pudiera decir algo en su contra.

—De acuerdo—aceptó Betsy gustosa.

—Por cierto, ¿Dónde está Andrea?, Se hace tarde.

—Todavía arreglándose, ya sabes, ahora es una mujer comprometida.

—Claro, debe arreglarse mucho para no arriesgarse a que Erick se arrepienta.

Ambos rieron hasta que los interrumpió la presencia de Andrea entrando al comedor. Se quedaron mirándola pensando en si ella los había escuchado.

—¿Qué pasa?—dijo con gesto de confusión.

—Que hoy estás muy guapa—señaló Betsy.

Tenía razón, Andrea estaba tan arreglada que bien podría opacar a su hermana menor.

—Gracias. —los miró con recelo teniendo la leve sospecha de que habían cambiado el tema.

Antes de que se hiciera más tarde, la familia se fue a la iglesia. Estaba a unas cuantos minutos en auto, a veces iban caminando, pero dada la situación del frío preferían usar el auto. Buscaron el parqueo de atrás, aunque generalmente preferían usar el de enfrente, pero ya estaba lleno. Betsy bajó del auto desde la puerta izquierda de atrás. Se sentía ese ambiente de alegría y plenitud, la iglesia era el mejor momento para ella. Cerró la puerta y se quedó mirando alrededor disfrutando de aquel aire maravilloso, mientras su familia caminaba hacia la entrada.

Algo captó su atención de repente.
El mismo auto azul que había visto salir de la casa de doña Elena esa mañana. Se quedó esperando para ver quién saldría, ya que sería muy extraño que una señora tan escéptica visitara la iglesia.
No fue como ella esperaba, ni siquiera sé lo hubiera imaginado. Un joven delgado y moreno salió del auto. Llevaba una camisa de rayas parecidas a las que usaba su padre los días de culto. Como nadie que haya visto antes, en lugar de parecerle ridículo, le resultó elegante y un tanto apuesto. Se fijó en su cabello negro despeinado, y su semblante agradable la cautivó.

Cuando Natán cerró la puerta del auto, sintió que alguien lo miraba y volvío a ver sin imaginar lo que iba a descubrir. Una chica rubia, muy hermosa, lo estaba viendo, y parecía que no era una mirada casual, sino que tenía puesta su atención completa en él. Presionó un botón en el llavero para bloquear las puertas del auto y más que nada para mostrar cierta indiferencia.
Cuando Betsy miró los ojos del chico puestos en ella, desvió rápidamente la mirada. Comenzó a caminar hacia la entrada con una extraña sensación. Natán no pudo evitar volver a ver de nuevo. La hermosa joven caminaba hacia la puerta de la iglesia. Era deslumbrante de pies a cabeza, aún de espaldas causaba admiración. Sintió cierta reprobación, no tenía derecho a ilusionarse, de seguro no solo él la veía de esa forma, tendría miles de pretendientes y si se fijaba en alguien, él sería el último.

Solo BetsyWhere stories live. Discover now