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Betsy se colocó su gorro que ahora era totalmente necesario, así como las medias para el frío y la bufanda. Estaba feliz de comenzar la aventura junto a Matías hacia las montañas nevadas. Andrea la había animado más de lo necesario a hacer el viaje, afirmó que sería bueno para ambos si viajaban juntos, haría que se conocieron mejor en poco tiempo.
Betsy vistió una gabardina y encima un impermeable, lo primero le ayudaría a mantener el calor y el segundo a no dejar colar el frío. Sabía por lógica que en la altura sería mucho más frío, así que empacó una frasada, otro abrigo y un termo para café.

Matías apareció clareando el amanecer, no se venía casi nada a causa de la neblina y aunque el clima no estaba lluvioso caía un leve rocío.
Betsy se despidió de su hermana en la puerta y le aseguró que estaría en contacto. No pudo despedirse de sus padres porque aún dormían pero ellos estaban al tanto de lo que haría su hija. Les había pedido permiso desde la misma noche en que se aseguró que iría a las montañas, aunque no aceptaron al principio por la idea de que viajara sola con un muchacho, al final fue Andrea la que se encargó de convencerlos.

Betsy tomó su mochila cargada de provisiones y entró al auto donde Matías ya la esperaba.

—Conozco un atajo—dijo él mientras ella se colocaba el cinturón.

—¿En serio?—se animó Betsy—genial, entonces tomemoslo.

—Tendremos que rodear la ciudad.

Matías ya había ido a las montañas un par de veces pero no quiso mencionarle nada a Betsy, no quería que ella hiciera preguntas y se fuera profundo. Además quería sentir como si fuera la primera vez, queria vivir ese momento sin impedimentos ni distracciones y que tampoco nada se interpusiera entre las expectativas suyas y las de Betsy.

Natán se levantó temprano y de buen humor esa mañana, el comprador había llamado otra vez y quería ver la casa esa misma tarde.
Después de desayunar salió rápidamente para su antiguo pueblo. Llegaría temprano y le daría tiempo de hacer algunos arreglos o al menos de cortar el césped.  Y fue lo que hizo cuando llegó y más tarde limpió un poco adentro. Reacomodo el interior también, movió los muebles y cambió las cortinas. Con todo eso se le hizo medio día y quiso preparar el almuerzo en la cocina que había sido de su abuela. La usaría una última vez mientras esperaba por el comprador.

Betsy extendía los brazos fuera de la ventana para sentir el aire y a la vez el calor del sol que comenzaba a aparecer, sentía que volaba con la brisa fresca pegándole en la cara. Imaginaba las montañas y como sería ver el pasisaje desde allá arriba.
Matías se detuvo en seco y hizo que Betsy se reacomodar en la silla accidentalmente. Ella se asustó y miraba alrededor descorcentada queriendo saber de qué se trataba.

—¿Qué pasó?—preguntó sobresaltada.

—Creo que estamos perdidos—dijo él sin soltar el volante.

—¿Perdidos?, ¿de qué hablas?

—Quizá tomamos otra ruta y nos hemos desviado a causa de la neblina.

—¿Pero podemos volver?

—No lo creo—la miró—hemos avanzado mucho, lo mejor es seguir y buscar un cruce que nos lleve a la calle principal.

—¿Y entonces?

—Entonces podríamos volver.

—Pero...

—Si seguimos llegaremos de noche a las montañas y tendríamos que volver mañana, eso no estaría bien.

—Entiendo—dijo Betsy un tanto decepcionada.

Natán quiso recoger las hojas del patio mientras tenía un tiempo libre, había unos cuantos árboles de manzano que  habían botado las hojas  en otoño y estaban esparcidas alrededor de la valla.
Se agachó a reunir un puño para luego llevarlas al basurero. Las hojas volaron al son del viento al ser soltadas con desencanto. El cliente finalmente había llegado y no era exactamente como lo había imaginado.

Una mujer delgada y morena, con el pelo castaño que parecía haber sido naturalmente negro, pero que fue teñido. Llevaba un vestido estampado de flores y una cartera grande  en el brazo derecho. Natán la miró cuando intentaba sostener todas las hojas unidas entre las manos las cuales luego soltó al descubrir que se trataba de un rostro familiar. Tenía el parecido de su abuela, los ojos y la mirada de su abuelo, y una expresión sombría y sagaz.

—Nate—dijo la mujer mientras se acercaba.

Natán la miró casi congelado en el mismo gesto de incredulidad y sosteniendo unas cuentas hojas todavía.

—Es bueno encontrarte. Me alegra que hayas venido.

—¿Entonces fuiste tú quien llamó?—interrogó muy serio.

—Sí, yo soy el cliente, pero no he venido a comprar la casa, he venido por ti, he venido a ver a mi hijo.

Natán la miró sin cambiar la expresión, no sabía si responder o echarla, pero simplemente guardó silencio y meditó antes de decir algo.

—La única forma de contactarte era esta—siguió la mujer—no sabía cómo hacerte venir.

Él había imaginado tanto ese momento desde niño, el día que su madre apareciera. Correría a sus brazos y le diría que la había extrañado, no le importaría dónde hubiese estado o con quién, ni le haría preguntas para no incomodarla, simplemente jugaría con ella hasta el cansancio. Después cuando fue adolescente y comenzó a repudiarla no solo a ella sino al hombre que fue cómplice. Esperaba el día oportuno y pensaba en ir a buscarla si fuera posible, la confrontaría a gritos, pediría una respuesta y no se iría hasta obtenerla. Pero ahora estaba congelado delante de aquella mujer que decía ser su madre, sus pensamientos estaban redundando en su cabeza y no tenía el valor de responder.

—¿Le gustaría pasar?—dijo tembloroso señalando la casa.

Solo BetsyTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang