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Fernanda bajó las escaleras rápidamente al escuchar el sonido del timbre. Su abuela siempre se dormía en un sillón de la sala después de almorzar, difícilmente era capaz de oir cualquier sonido.
Cuándo abrió la puerta, hizo un extraño gesto ante la confución del desconocido que yacía parado en el umbral.

—¿Sí?

—Buenas tardes.

—¿Buscaba a alguien?

—Estoy buscando a Natán.

Era un hombre alrededor de los veinticinco, con una barba voluntuosa, estaba vestido de traje y usaba gafas de sol.

—Ya no vive aquí—dijo Fernanda cortante.

—¿Y podría decirme dónde vive ahora?, lo estoy buscando con urgencia.

—No lo sé—respondió sin interés.

—Algún indicio.

—No sé nada de él.

—Y podría avisarme si llegara a saber algo.

El hombre le tendió una tarjeta y Fernanda la tomó curiosa. Brandon Ferd, presidente financiero. Leyó en el papel.

—¿Brandon?

—Sí.

—Si veo a Natán le diré que lo busca Brandon Ferd—volvió a mirar la tarjeta.

—No. Le dirá que lo busca su hermano.

Fernanda alzó la vista, analizando el porte de aquel hombre. Él dio la vuelta y se subió a un carro moderno dónde lo esperaba un chófer y dos guardaespaldas.
Fernanda miró el papel nuevamente y entró  a la casa conmocionada. Natán era un pobre tonto, ¿Cómo es que tenía un hermano con tanta presencia?, Lo más extraño es que estuviera buscándolo como si no lo hubiera visto por años.

Debía hacer algo al respecto, tenía que descubrió dónde vivía Natán y guiar a aquel hombre hasta ahí. Claramente esa información no se la sacaría a Betsy, sería demasiado extraño y peormente a la familia. Fue hasta la habitación y guardo la tarjeta debajo de un papel arrugado que mantenía en el buró. Antes de dar la vuelta descubrió que era el mismo papel que había arrancado de la ventana de Natán.

Llevé el corbatín conmigo a la calle Oeste, dejé mi corazón contigo. Nate.

Volvió a leer con más atención que la primera vez. Esa era la respuesta que quería y había llegado sin esperarla ni pedirla. Natán viviría en la calle Oeste dónde estaban los bienes raíces. Aunque con exactitud no supiera cuál de todas iba ser la casa de Natán, ese único indicio le bastaba al momento.
No dudó en llamar a Brandon para ofrecerle amablemente llevarlo hasta la calle Oeste. Él aceptó gustoso sin vacilar como si el resultado de aquella búsqueda se tratara de vida o muerte.

Brandon recogió a Fernanda a las tres esa misma tarde. Está vez llegó en un auto bastante viejo, sin guardaespaldas y sin un chófer privado. Brandon no se bajó a abrir la puerta, dejó que ella llegara hasta el auto y entrara por su cuenta. Fernanda entró sin mirarlo, él tampoco hizo contacto visual, aunque de cualquier forma no se notaba por los lentes oscuros. Fernanda señaló la calle a la ciudad como si aquel hombre era un completo ignorante del lugar. Ninguno sabía nada del otro, él buscaba desesperadamente a su hermano y ella la manera de destruir a un sucio hipócrita.

—¿Hace cuánto conoce a Natán?—preguntó Brandon.

—No mucho, hace una semana que volví al pueblo. Él rentaba la casa de mi abuela, por eso lo conozco.

—¿Qué sabe de él?—interrogó como obligándola a responder.

A Fernanda le sorprendió la pregunta, no entendía a qué se refería exactamente.

—¿Qué si sé algo de él?

—Sí, me gustaría que me contara.

—Bueno. Usted es su hermano, debería saber más que yo.

—No es eso lo que quiero escuchar.

—¿Hace cuánto no lo ve?

—¿Por qué?

—Para saber desde dónde empiezo.

—Eso no es importante. Dígame lo que sabe.

—Bien.—vaciló—Él es muy...religioso...

—¿Religioso?—se intrigó Brandon—¿En qué sentido?

Fernanda se acomodó el cabello mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Él va a la iglesia, actúa como... una persona religiosa, no sé explicarme, es muy deboto, cumple los rituales.

—Actúa como cristiano, ¿Es lo que quieres decir?

—Sí—dijo titubeante.

—¿Como uno de verdad?

—Como uno de verdad—dudó Fernanda.

Brandon suspiró, tal cual aquellas palabras le hubiesen traído calma. Después de unos minutos, doblando hacia la calle Oeste, Brandon reanudó la conversación.

—Natán no era así antes.

—¿Cómo?—se extrañó ella.

—Tan cristiano.

Al notar de reojo la reacción de Fernanda, Brandon se parqueó en una cafetería y apagó el motor.

—¿Le gustaría un café?—dijo sin mirarla.

—¿Se supone que estamos en una misión y me está invitando a un café?

—Eso puede esperar—dijo antes de abrir la puerta del auto.

Fernanda lo siguió sintiendo un poco de preocupación, dudando si había hecho bien en contactarlo e ir con él.
Cuándo ella entró a la cafetería, él ya estaba sentado pidiendo la orden. Fernanda se sentó nerviosa frente a él. Este hombre realmente era extraño, no era tan reservado como Natán pero parecía guardar muchos secretos.

—Entonces...¿Qué piensa de mi hermano?—la miró él.

Fernanda volvió a quedarse bloqueda. Buscaba una manera de evadirlo pero le resultaba difícil, sus preguntas eran muy directas y no quedaba de otra que dar una respuesta honesta.

—Su hermano es raro.

—¿Porque es religioso?

—No. Es más que eso, hay algo en él diferente.

—¿Sí?, ¿Cómo en todo religioso?

Fernanda negó con la cabeza.

El pedido llegó, con dos cafés y tarta de zarzamora. Brandon tomó una taza y la deslizó hasta ella, luego cortó un pedazo de la tarta y la añadió a un pequeño platito que juntó al lado de la taza. Fernanda lo observaba con recelo sin entender en absoluto su comportamiento ni sus preguntas.

—Natán era muy agresivo—dijo Brandon antes de tomar un trago de café.—bastante agresivo, cuando era niño y aún después más mayor.

—¿Está seguro que está hablando del mismo Natán?—interrumpió.

—Lo averiguaré. Usted me llevará hasta él.

Fernanda vaciló antes de coger la taza y llevársela a la boca. No sabía que aquel hombre la miraba fijamente o si miraba de vez en cuando, era imposible notarlo con las gafas de por medio.

—Natán hizo cosas terribles y por eso lo estoy buscando.

—¿Qué cosas?

—Intentar matarme. No solo una vez, muchas veces.

Fernanda tomó la taza con las manos temblorosas. Está vez no era por los nervios sino por la victoria que sentía realizada. Aquel tonto cristiano no era quién mostraba ser, era como todos, hipócrita, y tan pecador como el mundo entero.

Solo BetsyOnde histórias criam vida. Descubra agora