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Natán tocó el timbre dos veces seguidas, comenzaba a preocuparse de lo que Betsy llegara a pensar. No había nada más importante para él, pero no estuvo a su alcance detener el tiempo para llegar a la hora acordada. La madre de Betsy abrió, dandole luego una simpática sonrisa. Miró hacia afuera esperando ver a Betsy detrás de Natán. Él interrumpió antes de que pudiera preguntar.

—¿Podría llamar a Betsy?

—¿Betsy?, ¿No está contigo?

—No, ¿por qué?

—Bueno—se rió—dijo que tendría una cita contigo, supongo que se trataba de una broma.

—¿Ella no está?—se sobresaltó Natán.

—Salió hace una hora, estará por venir si fue con alguien.

Natán dio la vuelta y bajó corriendo.

—¿No vas a pasar?—le habló la señora inquieta.

Natán entró al auto y aceleró camino a la ciudad, pensó que tal vez Betsy había ido a buscarlo como la última vez. Mientras ella caminaba hacia el lado contrario y se alejaba cada vez, la noche comenzaba a caer.
Natán llegó a la casa de regreso esperando que estuviera en la salida a o alrededor de la casa. Finalmente al no encontrarla buscó su teléfono en el bolsillo, este tampoco estaba. Lo buscó en la habitación donde lo había dejado antes de hablar con Brandon. Tenía dos llamadas perdidas y tres mensajes de Betsy.

¿Está todo bien?, decía el primero, cinco minutos después, Dime si debo esperarte, y el último, Creo que es muy tarde, no vengas por mí. Él la llamó, ella no quiso responder, ¿Qué caso tenía cuando el mal estaba hecho?. Envió un mensaje de voz, estaba desesperado al no saber dónde encontrarla.

—Betsy, lo siento. Tuve un inconveniente, quiero explicarte, por favor dime dónde estás.

Betsy llegó hasta donde la carretera se cruzaba con la línea del tren. Se sentó sobre las vías y revisó la notificación que recién había llegado a su teléfono.
Envió la ubicación sin ánimos de que él fuera a buscarla. Ahí se quedaría si era posible toda la noche, hasta que su mente llegara a calmarse. Natán era todo lo que quería, pero no había cumplido su palabra. Se quedó observando el sol en la lejanía y la floresta que adornaban el camino a los lados, la primavera estaba en su apogeo, no hacía tanto frío ni había rastros de la molesta neblina.

Los faroles de la calle se encendieron con la llegada de la oscuridad, sólo estaba ella y un agradable silencio. Quería volver a la casa, ya casi era hora de cenar y empezaba a sentir hambre.

Natán conducía velozmennte, observó hacia la casa por si acaso había regresado. Condujo otro poco hacia el lugar señalado en la ubicación. Poco a poco fue notando una figura sentada sobre las vías que atravesaban la carretera. Betsy se levantó cuando miró el auto parqueado cerca de ella. Él estaba ahí y no había escapatoria.
Lo miró acercarse de pie a la par de las vías. Él fue rápido hasta ella y la levantó de la cintura. Betsy lo abrasó también sin ganas de protestar.

—Antes de que me reproches, debes saber que olvido dónde dejo mi teléfono casi siempre.

Betsy se rió separándose de él.

—¿Qué haces aquí?—preguntó Natán.

Betsy colocó las manos en los bolsillos del abrigo mientras hacía un gesto de duda.

—Tal vez yo deba hacer las preguntas.

—Fue difícil impedir que pasara.

—Pudiste decirme y estaría tranquila—se molestó un poco Betsy.

—Tampoco fue posible.—se acercó—lo importante es que ya estoy aquí.

Betsy le dio la espalda mirando hasta el otro lado.

—Así no funciona—siguió ella.

—No digas eso.

—¿Qué quieres que diga?—se volteó sentida.

—Puedes comenzar por preguntarme qué pasó.

Betsy lo miró con recelo, no tenía más palabras a pesar de haber tenido tanto tiempo para pensar en qué decir.

—Hoy apareció alguien en mi vida—continuó Natán— alguien que no había visto en años y que no esperaba volver a ver. Mi hermano, hijo de mi padre.

Betsy cedió y comenzó a dar más interés a sus palabras.

—¿Qué quería?

—Pedir perdón.

—¿Por qué?, ¿En nombre de tu padre?

—No. Por algo que él hizo.

—¿Y quieres hablar de eso ahora?

—En realidad no. Solo quería que supieras por qué no llegué a tiempo.

Betsy se acercó y le tomó la mano.

—Procura responder al teléfono.

Natán volvió a levantarla y ella lo rodeó con un abrazo fuerte.

—Me encanta cuando me alzas del suelo.—dijo ella con los pies levantados.

—¿Por qué?

—Es así como me siento por dentro también, como si flotara.

—Mi parte favorita es cuando me siento más pequeño que tú.

Betsy puso los pies en el suelo rodeando del cuello a Natán todavía.

—¿Por qué?—preguntó también.

—Me gusta recordar que debo ponerte siempre por encima de mí. No hay nadie más importante ahora.

—¿Solo ahora?, Yo quiero que sea para siempre.

—Quiero pensar que justo ahora soy el hombre más feliz, amado por la chica que me gusta.

Betsy tomo el rostro de Natán entre sus manos.

—¿Qué te gusta de mí?—preguntó por fin lo que había querido saber hace mucho.—y no digas que soy hermosa.

—Eso dicen todos y no están equivocados.

—Podría haber algo más.

—Quizá sea tu forma de verle la gracia a las cosas más simples y sin valor.

Betsy le dio un beso en la frente.

—Vaya cita—dijo después.

Natán la tomó de la mano y la llevó hasta las vías nuevamente.

—Si cada vez que planeamos todo se arruina, hagamos una cita de cada momento, de cada momento a partir de ahora.

—¿Qué dices?— se rió Betsy.

—Sabes que al tren nada le impide detenerse aún si hay autos que tengan que pasar, él siempre seguirá su rumbo a la hora justa y son los demás quienes deben detenerse.

—Así que seremos tú y yo contra el mundo.

—Que nada nos separe aún cuando haya malentedendidos.

Se abrazaron a la luz de las farolas en medio de las vías, fue la luz del tren que interrumpió de inmediato y corrieron despavoridos riendo a carcajadas.

Solo BetsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora