REFLEJO ➳ Kim Taehyung

• PARTE 038 •

Desperté cuando ya no sentí ni una pizca de sueño, era más de medio día. Busqué a Jungkook a mi lado pero ya no estaba, amanecí sola con el cuarto ya limpio, los libros estaban acomodados dentro de las cajas y las sobras de la cena no estaban aquí.

–¿Puedo pasar? –mi madre preguntó al otro lado de la puerta.

–Sí, pasa. –grité y la señora entró. –¿Ocurre algo?

–Tu hermano me dijo que saldría con tu amigo, volverían más tarde. –dijo tranquila.

–Bien, ¿algo más?

–¿Quieres que comamos juntas?
–Esperaré a Kook, gracias.

–¿Entonces me acompañas? –sonrió tomando asiento en la cama.

–Prefiero dormir, estoy muy cansada. –enarqué una ceja.

Su actitud no es normal, aunque vivimos en el mismo techo, casi no hablamos, ella no se preocupa por eso.

–Podemos pasar el día juntas, si quieres.

–Ve al punto, ¿qué quieres?

–¿Sin rodeos? Bien, cada día te pareces más a tu padre. –respondió poniéndose de pie.

Jamás, jamás seré como él.

–¿Qué es lo que quieres?

–He sobre girado la tarjeta de crédito. –me miró fijo–. Necesito dinero en efectivo para más compras.

–No tienes límite en la tarjeta, ¿de qué habl… –yo misma me interrumpí.

Mierda, sí tiene límite, limite para el consumo de alcohol. Lo que me faltaba para declarar mi vida una mierda.

–Necesito que me des dinero de la caja fuerte. –se cruzó de brazos–. O llamaré a tu padre para decirle que se ha quedado un muchachito en tu habitación.

Agh. Para mí mala suerte, un día de hace algunos años vi y mi estúpida memoria fotográfica memorizó la clave de la caja fuerte de papá. Ella sabe que lo sé y de vez en cuando viene para que le de dinero.

Me pregunto qué dirá cuando sepa que conozco todos los escondites donde mi padre tiene dinero y algunas muchas cosas de valor. El tiene un gran porcentaje de su fortuna en vienes y efectivo, ¿raro? Ya no tanto.

–Es todo lo que puedo darte. –extendí a mi madre tres fajos grandes de billetes.

–¿Desde cuando eres una niña tan codiciosa? –miró el dinero y después hacia la puerta, vigilando que no entrara nadie.

–Desde el preciso momento en el que descubrí que eres una alcohólica. –cerré la caja fuerte–. ¿Podrías beber en otro sitio lejos de nuestra vista? Es un espectáculo deplorable.

–Hablas con mucha crueldad, como si fueses un adulto. –dijo–. Dame quinientos mil más y no me verás en un tiempo.

Lo pensé, es buena oferta.

–¿A dónde irás? –extendí nuevamente el dinero, cerrando de una vez por todas la caja fuerte–. Si se puede saber.

–Quizá salga con un amigo.

Ah, su amante.

–Madre. –llamé a la mujer que caminaba a la salida del estudio–. ¿Cuándo te casaste con papá sabías que era el indicado?

–Cariño… –volteo y rió–. Cuando me casé con tu padre, sabía que era millonario y que mi futuro estaba asegurado. –dijo e intenté decir algo antes de ser interrumpida–. Y antes de que preguntes; no lo amo.