REFLEJO ➳ Kim Taehyung

• PARTE 103 •

El conductor permaneció en silencio luego de lo antes confesado, a simple vista parecía estar tranquilo. Concentrado en su camino.

—Hann, ¿realmente jamás dudaste de tu realidad? -hizo una breve pausa-. Es decir, que si jamás te sentiste extraña siendo esposa de Hoseok... Sandara te había visto antes, teniendo una vida normal.

—Jamás.

—Entonces pudimos nunca haber venido y hubieses tenido una vida relativamente tranquila. -aseguró.

—Me alegra que hayan venido.

—¿Estás segura, Hann?

—Sí. -eché un vistazo a mi hija que dormía en el asiento trasero-. Tengo una vida que no es esta. Nunca me sentí completamente parte de esto, no sentí lo mismo que sentí cuando miré a NaHaeun nuevamente.

—En casi dos años creció mucho, es una niña muy feliz.

El rubio sonreía mientras aparacaba el automóvil en lo que parecía ser un estacionamiento.

—¿Qué haremos aquí?

—Es el hangar de un amigo. -contestó simple mientras bajaba del automóvil.

—Volveremos a Seúl ya mismo. -mascullé-. ¿Será una buena idea?

Bajando todos del automóvil le vi tomar entre brazos a NaHaeun la cual con sus manos cubriendo su rostro por el sueño me miró rápidamente.

—Preguntas cualquier cosa solamente para evitar preguntar lo que verdaderamente importa. -respondió caminando dentro del sitio.

—No pregunto porque recuerdo al Jimin que me llevó a una cafetería hace unos años en Gangnam. -reí siguiéndolo con Dae-hyun entre mis brazos-. Mentiste, pudiste haberme dado a NaHaeun en ese entonces y ayudarnos a llegar hasta YongXion. Pudimos habernos ahorrado tanto...

Siguió su paso rápidamente hasta donde unos empleados parecían recibirnos, sin hacer preguntas o mirar de más, nos dejaron pasar hasta la sala de abordaje. Un sitio limpio, amplio y muy desértico donde unas escaleras pequeñas nos hacían llegar hasta la entrada del jet.

Los cuatro subimos al avión encontrándonos con un lujoso interior, sofás, camas, un mini bar y muchas mantas. Caminó hasta la cama y recostó a NaHaeun, acto que imité recostando a Dae-hyun.

Ambos dormían.

—Nadie sabía qué hacer. Nadie entendía qué diablos había ocurrido contigo. -se sentó frente a mí en un cómodo sofá cama en el avión-. Fue confuso para todos.

—¿Qué tan complicado debió haber sido devolverme a mi hija?

—No tienes ni idea.

—Explícame para entenderte. -me crucé de brazos mientras veía el jet avanzar lentamente hacia la pista-. Pudimos habernos ahorrado tanto.

—Ponte el cinturón de seguridad, por favor. -dijo.

—Ya sé qué vamos a despegar, no hace falta queme lo recuerdes.

—No lo digo por esa razón... Sino por lo que diré ahora mismo. -susurró cauteloso-. Pero, quisiera esperar a que los niños duerman más, no quisiera que los escucharan.

Razonable.

—De acuerdo, Park.

Abroché mi cinturón y me quedé mirando la ventanilla observando las luces de la ciudad que cada vez eran más visibles debido a la altura que tomábamos.

No me puedo mentir, cada vez recuerdo más detalles de todo esto. Recuerdo con mucha nostalgia todo lo que ha sido mi vida.
El unir mis recuerdo de la Hann que vivía en Seúl y la Hanna Newyorkina de hace casi dos años apenas me causa mucho conflicto mental.