87. El nacimiento de una bestia

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Hospital psiquiátrico Burghölzli.

Distrito de Riesbach al sudeste de Zúrich, Alemania.

3 noviembre 2019


- Es una chica muy inocente — la mujer observaba hacia el exterior con su usual postura erguida pero elegante — verla sonreír me trae tantos recuerdos de mi juventud. Su mirada tierna y llena de amor me causa una inusual repulsión. Alguna vez fui igual de estúpida, le sonreí de la misma forma al hombre que creí que me amaba, mis ojos no podían ver a nadie más que no fuera el, siempre desprendían amor al verlo, al poder besarlo o tocarlo; mi corazón se aceleraba por su cercanía, sus caricias y sus gentiles palabras eran el veneno que alimentaba mi alma, la llenaban de tanto amor e ilusión, pero todo era un teatro bien planificado de ese sucio animal al que le había entregado mi vida, el no me amaba, sus intenciones para conservarse con el eran otras — una mueca de disgusto se mostró en su pulcro y bien maquillado rostro — si esa pobre chica supiera la clase de monstruo al cual le sonreí de forma tan cálida correría asustada a casa y lloraría hasta quedarse dormida, por que se habría dado cuenta a la clase de bestia a la cual le permitió profanar su inocente cuerpo, se sentiría asqueada de saber que amo a un hombre que no tiene corazón ni compasión. Esa pobre chica sufriría mucho si supiera la verdadera historia del hombre al que cree amor, ¿No lo crees, Arthur? — se giró en el momento preciso, sus miradas conectaron y el odio mutuo que emanaban ambas miradas podía sentirse a kilómetros.

Aquel hombre no se inmutó, ni siquiera le tomo importancia a las palabras dolidas y llenas de odió que la mujer frente a ella recitó.

- Ver tu hermoso rostro alegra a mi perturbada alma, Selene — sonrió — recibir tus visitas hace más llevadera mi estadía en este lugar.

- Tampoco es de mi agrado venir a este lugar, Arthur — camino hasta el pequeño escritorio que estaba a un lado de la ventana — pero la situación ameritaba que te hiciera una sorpresiva visita. Aún no has dejado de componer — tomo una de las partituras que estaba sobre el escritorio — compones canciones tan tristes, melancólicas y llenas de dolor. La forma en la que compones  parece la de una persona que lo ha perdido todo de un hombre con el corazón roto; Es una lástima que no sientas nada de lo que compones, por que tú no has perdido nada, jamás has sentido el dolor de una pérdida, nunca has sentido tristeza todo lo que haces es fingir y fingir — una sonrisa petulante se posó en su rostro.

- El no sentir no me limita es todo lo contrario, me abre las puertas de la provocación, me incita a crear el dolor y manifestar la tristeza en otros cuerpo — se acercó a ella de forma amenazante — me inspiró en los sentimientos que creo, en el dolor que provocó y la tristeza que mis acciones les dejan a otros — un suave toque a su mejilla hizo que el cuerpo de la mujer se estremeciera — escribo sobre el dolor ajeno, por que yo lo causó y eso me hace sentirlo  como algo propio.

El cuerpo de Selene se tensó y el miedo invadió su sistema, tenerlo tan cerca la volvía vulnerable, sus caricias la regresaban a aquellos días donde el amor y las dulces palabras no faltaban, donde las pequeñas caricias que él le brindaba hacia sus piernas temblar, donde el amor paso a ser odio y las sabes caricias golpes, donde la palabrería romántica se convirtió en una dura verdad que no estaba lista para afrontar.

- Los años te han convertido en toda una mujer una digna de admirar y cuidar. Es una lástima que hayas dejado que otros profanaran tu dulce cuerpo — una risa desquiciada brotó de sus delgados labios — ese bastardo se ganó la lotería, o talvez tu la ganaste con el — miró de forma despectiva su abultado vientre  — ¡Felicidades por tu embarazo, cariño! —  El disgusto que le transmitió su felicitación no paso desapercibido por aquel imponente hombre. 

Los Reyes Del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora