+18, violencia, romance, desamor y síndrome de Estocolmo.
¿Que pasará con la vida de Marinette?.
Una azabache emancipada de 18 años, luego de ser secuestrada juntó a otra chica por el famoso diseñador Gabriel Agreste.
Llevada a su mansión en Londres...
A medida qué la pareja recorría el fino restaurante los ojos de cierta azabache se abrían cada vez más ante el asombro de lo que contemplaba.
Definitivamente el lujo estaba presente en cada rincón del establecimiento, tanto que podía considerarse uno digno donde las familias Meier y Agreste podían juntarse para celebrar previamente la unión de sus hijos.
La tenue luz fue lo primero que recibió a Oswald y Marinette, al igual que un cendero de mármol que conducía lo largo de un pasillo completamente elegante, además, el pequeño espació estaba completamente cubierto por el apasionante color carmín que daba un aire demasiado romántico.
Algunas cortinas colgaban de las paredes y un sofá largo se ubicaba detrás de una mesa con una botella de champagne y dos copas, lista para degustar.
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- Ah un segundo - Dijo el caballero soltando a su compañera a medio caminó.
Se apresuro a tomar la fría botella y sirvió un poco de champagne en las copas de cristal para degustarla los dos.
- No creo que sea buena idea Oswald, recién llegamos y...
- Precisamente por eso la necesitamos más - Intervino el pelinegro y enseguida le extendió la bebida a la chica - Quiero que estés relajada así que porfavor bebela hasta el fondo.
En cuanto los delgados dedos de la fémina la sostuvieron, el mayor se bebió sin pensar la suya, quitó de la bolsa de su saco el pañuelo que llevaba y limpió sus labios mientras veía a Marinette imitar su anterior acción.
- Déjame ayudarte con eso - Ofreció en cuanto la vió acabarla, pasó su pañuelo por la comisura de los labios color carmín, cuidando de no correr su labial y a su vez quitando algunas gotas que le habían quedado sobré el.
Por muy noble que estuviera siendo el gesto en la cara del joven no había ninguna expresión tierna, más que una línea perfecta formada en su boca y su entre ceja levemente fruncido.
Sus rasgos estaban tan endurecidos, demostrando lo serio que estaba por tomar el asunto siguiente.
Tan pronto terminó de hacer aquello dejó las copas y el pañuelo sobre la superficie de cristal.
Oswald sujeto muy cerca de él a la fémina pero está vez posando su mano derecha en su pronunciada cadera y enseguida se dispusieron a atravesar la cortina.
Al cruzar se encontraron directamente con la mesa donde ya hacían todos a la espera de su presencia.
- Valla ¿Por fin recordaron que la cena era hoy? ¿O es que había mucho tráfico en la zona? - Cuestionó en alto el progenitor del joven. Logrando que todos los presentes voltearan a ver a la recién llegada pareja.
Algunos ni si quiera se habían percatado de ellos en cuanto cruzaron por la cortina, en cambió Gustav y cierto chico rubio habían estado muy al pendiente de aquella entrada desde que tomaron sus respectivos asientos.
