🥀Capítulo 41🥀

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Austin:

La noche no podía ser más especial.

Mis dos hermanos reunidos en el mismo lugar, estaba más qué felíz por ello.

Verlos después de tanto tiempo me hizo sentir verdaderamente alegré, qué para ser honesto, no me había sentido así en días anteriores a éste.

Además de Meire, el par idéntico erán sin lugar a dudas los causantes de hacerme sentir el hombre más felíz de todo el mundo.

Tal vez exageraba por derramar tanta felicidad, pero realmente verlos erá lo qué necesitaba para mejorar mí ánimo y olvidarme un segundo del asqueroso sitio en el qué vivo.

En cuánto vi cruzar a Félix por ésa entrada no lo pensé mucho y me fui encima de él, igual que hice con Adrien cuándo llegó.

Intercambiamos palabras y en cuestión de segundos aparte mi cuerpo del suyo, sabía perfectamente qué a diferencia del otro rubio, a Fel no le gustaba tanto el contactó físico.

Especialmente si provenía de barones.

- ¿Vienes por Adrien? - Pregunté dando unos cuántos pasos hacía atrás respetando su espacio personal.

El zagal acomodó su gabardina marrón y en respuesta simplemente asintió .

¿Su mirada?, había cambiado a una completamente inexpresiva mientras que sus orbes, apuntaban directamente al banquillo frente a la barra justo dónde había dejado a su hermano.

- Bien vamos él está por ha... - Di la vuelta intentando señalar el sitio pero para mí sorpresa Adrien no estaba.

¿En que momento había escapado?, erá imposible y más por su estado, dudaba si quiera que pudiera mantenerse en pié.

Me quedé estático unos segundos mientras Félix pasaba por un lado mío acercandose a la barra, cuya por alguna razón se encontraba vacía.

- Si lo sé, está por haya haciéndole  un caos al pobre Albert - No dudé más y le seguí el pasó.

Por más cerca qué estuviéramos no lograba ver a mi compañero por ningún lado, ni tampoco al otro gemelo.

Ambos nos adentramos detrás de la barra y nos detuvimos frente a la puertilla que usualmente mi amigo el barman utilizaba cómo su baño personal.

Félix la abrió fácilmente de un fuerte golpe qué proporcionó con su codo y nuestros ojos se abrieron en par al presenciar aquélla escena.

Ahí estaba el pobre de Albert sosteniendo con todas las fuerzas que sus delgados brazos podían darle, intentando mantener de pié al rubio frente al escusado, quién volvia todo el alcohol qué había ingerido durante la noche.

Entre arcajadas y vómito erá imposible no recordar todas esas  veces en las qué Félix y yo pasamos por lo mismo, ayudando de igual forma a su hermano cuándo llegaba en las madrugadas más qué ebrio por haberse ido horas antes de parranda.

Después de todo, me tocó en varias ocasiones ser niñero de ambos cuando tenían tan solo 20 años, y qué además de la vida, todo podría importarles un carajo en esa jodida estapa, aparte de beber cómo si no hubiera un mañana.

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