+18, violencia, romance, desamor y síndrome de Estocolmo.
¿Que pasará con la vida de Marinette?.
Una azabache emancipada de 18 años, luego de ser secuestrada juntó a otra chica por el famoso diseñador Gabriel Agreste.
Llevada a su mansión en Londres...
Habían pasado almenos 45 minutos desde qué llegamos a la dichosa boutique donde Madisson encargo previamente el vestido de Marinette.
El día de la boda estaba pisándonos los talones y había que afinar los últimos detalles mientras a un ubiera tiempo, además teníamos que hacer algunas pruebas previas al evento.
Una de ellas era verificar como le lucia el peinado y el atuendo a la hermosa dama de honor, cosa que en lo personal no me molestaba hacer en lo absoluto.
Solo por ella mi mal humor había mejorado desde que subí obligadamente a ese maldito auto para acompañar a Madisson hasta aquí, solo por la presencia de mi azabache en este lugar no me surgía la necesidad de levantarme del maldito sofá e irme cuánto antes.
Miré por un segundo el reloj de mi muñeca y como era de esperarse, ya habían pasado 15 minutos más de espera.
Para estos instantes Marinette ya debería haber quedado lista, y me frustraba que no fuera así, suspiré pesadamente y me reincorpore de mi asiento para estirar las piernas.
Di media vuelta llevando mis manos a los bolsillos del pantalón y observé el exterior através de los aparadores de cristal, cómo si fuera lo más interesante que ver en este lugar.
- Perdonen la demora, la belleza cuesta tiempo pero finalmente aquí está la bella dama de honor - La voz de una de las empleadas llamo mi atención de inmediato, tanto que me hizo girar el rostro hacía su dirección.
Y para mí sorpresa la mujer tenía toda la boca llena de razón. El tiempo de espera valió la maldita pena.
- Y bien ¿como me veo? - Preguntó Marinette viéndose y sonando un tanto risueña.
Sus mejillas estaban pintadas ligeramente de un tono rosado que honestamente no sabía distinguir si era maquillaje o su tono natural al sonrojarse. Su cabello recogido hacía lucir su hermoso cuello de cisne y sus bellos zafiros resaltaban a un más con el tono azúl pastel que Madisson había escogido para ella.
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A un que ciertamente quería decirle de una y mil formas lo hermosa y espectacular que se veía no pude formar palabra alguna.
Me quedé como un idiota inmutado, sin pronunciar sonido alguno, de alguna forma era como si me tuviera hechizado por su espléndida apariencia.
Cuando finalmente sentí volver en mí, abrí mi boca ligeramente para contestar.
- Te vez...
- ¡Horrible! - Gritó Madisson interviniendo - No me gustó para nada el diseño del vestido ni tampoco como peinaron su cabello.
Ante su pésima reacción todos nos quedamos boquiabiertos en el lugar, incluyendo las empleadas, no pude hacer otra cosa que fruncir el ceño y ponerle una de mis peores caras, aun que de nada servía, como de costumbre mi prometida ponía primero su atención en todos menos en mí. Y en esta ocasión estaba puesta en Marinette.
