+18, violencia, romance, desamor y síndrome de Estocolmo.
¿Que pasará con la vida de Marinette?.
Una azabache emancipada de 18 años, luego de ser secuestrada juntó a otra chica por el famoso diseñador Gabriel Agreste.
Llevada a su mansión en Londres...
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Marinette:
Mis párpados seguían cerrados, mi cuerpo se encontraba en una postura exageradamente recta, tanto que comenzaba a sentirlo algo tenso, mientras que mi corazón latía cada vez más fuerte contra mi pecho al saber que la hora tan esperada estaba cada minuto más cerca.
La preocupación estaba claramente en mí, además de la incertidumbre sobre lo que podría ocurrir, sin embargo, nada podía ocupar más espacio en mi mente como las palabras de Félix.
Aquellas que me dijo la noche anterior y que pesé a las circunstancias no podía dejar de pensar.
Si era honesta conmigo misma no sabía a qué se refería con que hoy debía "darle una respuesta", no tenía idea de lo que se traía entre manos pero de lo que si estaba completamente segura, era de mis sentimientos que aún seguían intactos por él.
Apesar de que intenté anteponer todo lo malo que hizo en el pasado para dejar de amarlo, y recordar todo el sufrimiento que pase, los hechos de la madrugada de ayer me confirmaron que no importa cuánto tratara de esforzarme para olvidarme de él, jamás podría borrar de mi mente quién es Félix Agreste, y lo mucho que significo para mí en algún punto de mi vida.
- Ya casi nena, no desesperes - Dijo una de las mujeres frente a mí en cuánto noto mi ceño fruncir.
La espalda estaba comenzando a matarme por la forma en que me encontraba sentada desde hace algunas horas y solo quería que terminarán de arreglarme para poder descansar al fin.
- ¡Y...listo!, terminamos bella - Comentó la otra chica con suma alegría en su voz en cuanto retiro de mi boca el lápiz labial.
Con lentitud abrí mis ojos, cuidando de no estropear el trabajo que les había costado elaborar en más que algunos simples minutos, incline mi cuerpo hacía el tocador y en silencio admire mi reflejo en el espejo frente a mí.
Mi rostro estaba bien maquillado, no de forma extravagante pero si lo suficiente como para notar los rubores y sombras en mis mejillas y parpados, los colores pastel de mi tiara hecha con flores hacían resaltar a un más mi tés blanca y mis ojos azules. Podía decir sin presunción que estos lucian incluso más brillantes de lo normal.
- ¿Que te parece nena? ¿Te gusta? - Preguntaron en unisonido las empleadas que Madisson había enviado a mi casa desde temprano.
Con mi derecha retire uno de los caireles que caían frente a mi rostro, llevándolo enseguida detrás de mi oreja para que pudieran apreciar mejor su obra maestra.
- Si...está muy...
- Santos cielos...¡mírate! - Exclamo Alix sentada desdé el sofá.
Se levantó tan rápido del asiento qué incluso me impresionó la velocidad con la que lo hizo, que al segundo ya la tenía a un costado de mí.
