II. Un lugar donde dormir

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Marihela

Por suerte conseguí un taxi rápido.

Le doy al conductor la dirección de Valentina y ya me imagino lo que me viene, debí llegar hace como tres horas. Entre el vuelo, el desayuno y el desconocido, no se en que momento se me hicieron las seis y cuarenta y siete. Desde ya puedo ver mi muerte, el teléfono murió, por lo que me está esperando desde las cuatro de la mañana. En otras palabras. Estoy muerta, es triste que no termine de llegar al país y ya me voy a morir.

–Señorita ya llegamos.

–Gracias –le doy el pago y bajo con con todas las maletas.

Ay Dios. He estado como loca de arriba para a bajo con tres maletas donde no les cabe ni el aire. Pasando pena. Por suerte no conozco a nadie.

Voy subiendo las escaleras y veo a un grupo de chicas que están saliendo de un departamento. Todas se me quedaron viendo. Y no es para menos, todas están arregladas, vestidas a la perfección, algunas con el cabello húmedo aún y de igual forma se ven hermosas. Mientras yo de seguro estoy hecha un desastre entre el cabello que debe parecer un espanta pájaros y la ropa que debe estar arrugada. Debo parecer el propio muñeco de terror.

Ignoro el pensamiento de mi imagen y subo por completo. Cuando llego al cuarto piso me doy cuenta que hay un ascensor en la parte de atrás.

Lo que me faltaba.

<<Estúpida>> Me regaño.

Subí cuatro pisos y con tres maletas por gusto. Estoy agotada. Me inclino en la pared para recuperar el aliento mientras me insultaba a mi misma por no darme cuenta del ascensor.

<<Idiota>>

Mientras descanso cuatro chicos pasan al lado, no me gusta que se me quedaran viendo, pero estoy  acostumbrada aunque no sea de mi agrado. No me gusta sentir la mirada de las personas sobre mí y mucho menos si son la mirada de hombres y para mí mala suerte uno de los chicos se acerca.

–Hola ¿Vosotros soís nuevas? –No entendía por que habla en plural, hasta que me doy cuenta de su línea de visión estaba en un perrito chiquito a mi izquierda.

¿Como no me di cuenta?

Mi corazón falla. Me encanta los animales, bueno a exención de las aves, no me gustan mucho y por el contrario los perritos son mi debilidad. Me agacho tomando a la bolita de pelos.

–Hola amiguito o amiguita ¿Que haces aquí tan solo? –Lo levanto para ver que es –Oh, así que eres amiguita.

El chico me miraban desconcertado.

–No viene conmigo –Le aclaro –Tampoco trae placa. No la puedo dejar aquí sola.

Me quedo unos segundos viéndola hasta que ensanchar mi sonrisa. Es una Pastor Alemán. Es hermosa. Linda, peludita e inmensamente tierna.

¿De donde sera?

¿Me la podre quedar?

<<No estúpida. De seguro tiene dueña>> Me digo viendo la preciosura en mis brazos, que se mueve feliz de sentir como le hago cariño con la mano.

Me levanto y me vuelvo apoyar el la pared, mientras la perrita me lame la mano con entusiasmo.

Es una preciosura la cual me quiero quedar.

–Veo que no soís de acá, ¿De donde eres? –La voz del chico me devolvió al presente.

–Bueno no, no lo soy, soy de América... América del sur, en otras palabras. Latinoamérica.

Serendipia #1 [Completa✓] Where stories live. Discover now