XXII

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La canción sentí que le quedaba a mi pequeña Natasha, pero esperen que pronto habrá algo chido para leer jajaja.

Feliz lectura…

Lo escucho suspirar mientras tengo su miembro en mi boca. Los gemidos y gruñidos de mi esposo me dicen que hago bien el tener su pene en mi boca. Aprieta mi cabello de ves en cuando y sus gestos me dicen más.

—Joder, Natasha—sonreiría de no tener su miembro metiéndose hasta mi garganta casi.

Sigo con lo que hago hasta que se viene en mi boca. Y el gemidos de liberación me excitó mucho, pero debo aguantar para no tener un orgasmo junto con él.

Me retiro con el semen que mi esposo arrojó en la boca, su mirada advierte que debo tirarlo en el baño, pero no soy de esas. Trago antes de que pueda decirme algo, niega antes de que nos vuelvan a llamar. Me levanto antes de pedirle que se ponga el pantalón.

Me encamino a la puerta para sentir un jalón y un beso de esos apasionados que me gustan.

—Recuérdame darte un orgasmo  que no sea cómo el que me diste ni entrando en tu cuerpo.

—¿Qué tan bueno eres con los dedos?—juego con él.

—No quieres saberlo.

Me guiña un ojo antes de salir por la puerta sin decirme nada, niego a tés de seguirlo, lo alcanzó para poner su brazo por encima de mis hombros mientras caminamos abajo. La vida en el castillo es una miseria pero el tener a Samuel cómo mi pareja ayuda a qué no se tan mal estar en este lugar. Al llegar a la planta baja, caminamos al despacho del rey donde nos indican que debemos esperar.

El despacho del rey está lleno de libros de muchos colores y géneros como fantasía, terror y otros tantos. Mis suegros están presentes además de Bastián que se ve molesto por algo, aunque no comprendo porque. Samuel toma asiento en una de las sillas que hay en el despacho antes de que lo siga.

—¿Para qué nos requieres, padre?—pregunta mi esposo.

—Yo no…

—Un gusto ver a la familia reunida—escucho a Samuel tragar saliva.

Una sonrisa aparece en los labios de Bastián al ver a la antigua reina de Comarca, la madre del rey Albert. Y un dolor de cabeza para Meredith.

La reina.

—Hola abuela—saluda Bastián antes de levantarse para darle un abrazo a la mujer de edad avanzada.

Tiene un traje color naranja. Un blusa blanca con gemas adornando su cuello y la piel arrugada de su muñeca. Se nota que los beneficios de la corona son los que le dan sus lujos como esos.

—Que gusto verlos.

—Madre, ¿Por qué llegaste a esta hora?—pregunta el rey antes de darle un abrazo a su madre—. No pude pedir una recámara especial para ti.

—Quería conocer a la futura reina—dice antes de verme parada junto a Samuel—. Bonita a simple vista.

Se encamina a mí antes de que pueda darle las gracias por el alago. Pero ella tiene otras intenciones para mí. Toma mi mano para ponerme en medio de la sala donde me siento expuesta como una flor en un jardín. Me revisa cómo si fuera una especie de pantera que rodea a su presa con malicia.

—Linda chica—no muestro nada—. Buenas caderas—me pega con algo duro que no le encuentro similitud con algo.

—Abuela—advierte Samuel.

—Ojos bonitos—vuelve a darme con lo que sea que me este pegando—. Aunque no comprendo que hace una chica de pueblo durmiendo con el heredero a la corona. Dinero, ¿Tal vez?—mis ojos se agrandan un poco.

La Corona Del Príncipe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora