XLVIII

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Es el último porque ya tengo un buen de sueño, veré si mañana les doy uno más

Feliz Lectura



El desayuno me resulta algo hostigoso por los comentarios que arroja Jafar sobre el querer formar una familia y no sé que tantas cosas, Meredith me ha insinuado que caiga en las sandeces de Jafar cuando ya hice un trato con Alexander que se mantiene callado con diversión en los ojos.

Marcus está en los brazos de su tío Bastián quién me ayuda a darle papilla mientras el pequeño llena de vida la sonrisa de su tío.

El cachorro de león lo saque de su jaula y ahora juega a los pies de Raya que no tiene problemas en portarse cariñosa con él, mi tigresa no pudo concebir cachorros, intentamos reproducirla con uno de los tigres del zoológico local… tuvieron que quitarle los ovarios por lo que ella ya no pudo tener bebés y creo que el instinto le acaba de despertar con el que le trajeron de león. Es hembra igual que ella, sólo espero que no tenga problemas al crecer.

Liz entra a la sala para dejar mi teléfono celular en la mesa, sonríe diciendo que tal vez me haga sentir mejor y no comprendo a qué se refiere hasta que vuelve a sonar con el nombre de Eros en la pantalla.

—Hola—digo al contestar—. ¿Cómo has estado? Sólo te veo en los noticieros. Tanto tiempo sin escucharte y, Dios… debería callarme y dejarte hablar.

Su risa me hace vibrar porque no la recordaba tan enloquecedora y divertida.

—Es un gusto escucharte siempre, Preciosa—sonrío por ese apodo—. Me alegra ver qué no has cambiado a pesar de lo sucedido.

—Me vendría bien un amigo, Eros—los ojos de Bastián vienen a mí al igual que la de los reyes—. ¿Vendrás?

Lo escucho suspirar luego hacer una pausa suave que me pone los nervios de punta, porque nunca lo hace a menos que sea realmente necesario cuando habla conmigo.

Dios.

Lo conozco bien para saber eso.

—Tengo unas cosas que hacer en Nueva York—paso saliva recordando que ahí es a dónde iba Samuel—. Lo siento, preciosa.

—Lo extraño—digo melancólica—. ¿Seguro qué no puedes venir?

—No… debo quedarme por unos meses—suspiro pensando en que es injusto pedirle que venga cuando tal vez ya esté casado o comprometido con alguien y yo insistiendole en que venga porque me vendría bien su compañía—. Cuando vaya llevaré un regalo para ti.

—No tienes porque traerme nada—es la verdad.

Hace mucho que quería verlo o saber de él, pero no me animaba a llamarle porque no sabía en donde estaba y la diferencia de hora podría no ser conveniente, duro un rato hablando con Eros antes de decirle que le mandaré una foto de Marcus para que lo conozca, se ríe alegando que eso será divertido de ver.

Pasan unos cuantos minutos antes de colgarle a Eros que me roba una sonrisa al colgarle, justo pasa eso cuando Marcus llama mi atención porque inicia a llorar en un modo que me dice que no parará dentro de un buen rato, me pongo de pie para acercarme y quitárselo a Bastián, arrullo a mi bebé despacio sin poder conseguir que dejé de llorar.

Duró un rato meciendo a mi bebé cuando escucho cierto comentario que me hace apretar los dientes, pero estoy más concentrada en mi hijo que no escucho los pasos de alguien que me ayuda quitándome a Marcus y metiéndolo él. Abro los ojos porque no pensé que fuera ayudarme con Marcus.

Lo mece un poco para que Marcus deje de llorar, mi hijo va cesando el llanto conforme los segundos pasan, sonrío despacio viendo a Marcus acomodarse sobre su hombro para ir cerrando los ojos cómo lo hace conmigo cuando ya quiere dormir.

La Corona Del Príncipe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora