LII

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Les voy a subir el que sigue en unos minutos es que me encantó como quedó que se los quise traer antes ❤️

Feliz Lectura ❤️




Las comidas para recibir invitados las odio, con todo mi corazón. El día de mi boda con Samuel fue el momento más mágico que puede haber tenido y me refiero a la boda oficial no la que tuvimos en las Vegas donde estaba más ebria que la botella.

He estado aguantando comentarios que me ponen de malas, y en unos quiero hasta correr, me les he aguantado porque me tocó sentarme con Jacob que le va bien cómo rey en Bélgica. El mejor rey que ha tenido el puto país y no porque sea mi hermano.

Meto un poco de pollo a mi boca antes de suspirar escuchando que Bastián es digno para manejar la corona y no sé que tanto por parte de los padres de mi futuro esposo que se mantiene callado como una tumba al lado de su hermano.

A Raya tuve que dejarla en mi habitación porque la tigresa da miedo y Meredith ha estado insistiendo en que ya no debe estar vagando por el palacio por este tiempo. Arthur sólo se queda callado sin decirme nada. Jacob me patea despacio por debajo de la mesa para que lleve mis ojos a él que sonríe burlón por los gestos de aburrimiento que estoy haciendo.

Mi padre biológico está del otro lado del salón diciendo no sé que tanto a los padres de Jafar que seguramente están de malas por no poder pasar a más en este reino. Mis ojos van a Bastián que habla animadamente con una de las princesas que asistieron al evento de la comida y también Logan habla con niños de su edad, los niños que le sonríen y juegan con él en la mesa.

Al menos alguien aquí se la está pasando bien.

Las puertas de mi salón se abren para que unos cuantos hombres entren tirando de un piano negro con detalles dorados que me hacen abrir la boca, me pongo de pie caminado al piano que meten en mi estancia, miro el piano y quiero morir, es… joder. Mis ojos van a uno de mis empleados que me da una nota que desdobló con cuidado.

Mil años contigo, en esta vida y en la que sigue, te amaré hasta que los mares se sequen y hasta que el sol se apagué, que no importará porque la luz de mi vida eres tú.

Samuel.

Esto es de parte de Samuel.

Sonrío viendo el piano que dejan en lo alto del pequeño escenario, no dudo en acercarme para verlo de cerca. Los colores que escogió representan lo bien que me conocía cuando le dije que esto me gustaría cómo regalo en mi próximo cumpleaños. Levanto la tapa para ver qué las teclas son del mismo color que los detalles que adornan los bordes y detalles de afuera.

Me siento en el taburete empezando a tocar lo que Samuel y yo compusimos durante esas tardes de invierno en la que no teníamos mucho que hacer, cierro los ojos sintiéndome en esa fecha. Siento una lágrima rodar por mi mejilla mientras me suelto en las teclas del piano, el mismo que canta las notas tristes que me recuerdan a Samuel.

Mis manos se mueven suaves y ágiles por cada una de las teclas que me sé de memoria, sigo con cada tecla, cada promesa que queríamos transmitir a través de la música, la misma que nos juntó más.

Ese es el poder de la música, llevarte a un campo de batalla para pelear, es aquella que te acompaña en los momentos más tristes y felices, es la que guía tus pasos, es una declaración de guerra y una promesa de amor eterno, la que evoluciona contigo a lo largo de tu vida y que siempre está ahí, lista para hacerte sentir y vivir.

Samuel era mi música.

Y mucho más que eso.

La canción no tiene nombre, sólo la hicimos para nosotros, pero hoy… llegó a la parte en la que los sonidos graves se mezclan con los agudos elevando mis recuerdos por ese tiempo compartido con Samuel, con el hombre que amé con el alma y que me entendía, que sabía que yo era mucho más que la joven a la que hundieron con problemas y que vivió su sexualidad justamente sin ser rebajada a nada.

La Corona Del Príncipe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora