LIII

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Aquí me inspiré un buen, pero eso a ustedes les gusta, que tengan bonita noche y espero sus comentarios al despertar ❤️

Feliz Lectura


Liz acomoda el velo sobre mis hombros para sonreír al ver el reflejo, se ve más contenta de lo usual lo que llama mi atención, pero no le digo nada porque no quiero llegar a esa iglesia y decir que sí a un rey que no quiero. Pero Liz me ha dicho que sonreír es la mejor arma que tengo, así que sólo me pongo una una sonrisa falsa en los labios.

Liz me gira y me da el ramo de rosas blancas que Alexander escogió para mí, le sonrío a mi amiga antes de abrazarla y agradecerle todo lo que ha hecho por mí.  Ella cargará a Marcus en la iglesia, no confío en nadie más para que cuide de mi pequeño, no llevará a su pequeña porque dijo que ocuparía ayuda para los cuidados de Marcus.

Da la hora en la que tenemos que irnos y aunque no quiera muevo mis pies a la salida de mi habitación donde mi padre me sonríe para sostener mi brazo para conducirme por los pasillos hasta bajar las escaleras, mi madre nos sonríe a ambos aunque papá la ignora, se divorciaron y ahora ella es la que quiere hacer las paces con mi padre que no da su brazo a torcer.

Subimos a las limosinas que nos llevarán a la iglesia que es la catedral en la que me casé, no quiero ni ir, mi padre me da una botella de agua que me tomo de un trago. Mi padre me quita la botella para pedir que me tranquilice, y no sé que tanto.

Mi cabeza va al hombre que juré amar y cuidar en esa misma iglesia y sólo siento que estoy siendo una hipócrita. Papá me alienta diciendo que solo es un momento y que luego pasará, así que me esfuerzo por creerle, por confiar en él.

Aunque no me lo crea del todo.

Llegamos a la iglesia donde la prensa no está afuera, al menos me alegra que Bastián me ayudará a esto, le sonrío a mi padre cuando se baja de la limosina, mi madre lo sigue y de ahí yo. No veo a Alexander así que supongo debe estar adentro. Tomo la mano de mi padre para apretarla y dejar que me lleve al interior de la iglesia.

Las campanadas suenan en el lugar y eso da aviso a mi entrada, paso saliva antes de mirar a mi padre y asentirle, ambos avanzamos por el mismo pasillo que antes se me hizo eterno y ahora es excesivamente corto. Las puertas se cierran a mi espalda para que sean abiertas de nuevo cuando salga casada con Alexander que viste de gris en el altar en el que otro hombre me esperó.

Mis ojos van a los invitados, reyes y reinas, princesas, duques, príncipes… todas las personas que estuvieron en mi boda anterior con el hombre que me volvía loca, al que no veré más, quiero detenerme, decir que esto es una estupidez y darle mi corona a Bastián, el cual por cierto viste de negro como su hermano menor, su padre y madre visten de otros colores. Sé que llevamos el luto encima todavía.

Alejarme con Marcus y vivir una vida feliz en una de las cosas de su padre, pero no… mis ojos se topan con Eros que me guiña un ojo y eso me roba una sonrisa que no se estira.

Seguimos avanzando hasta que llegó a mi lugar al lado de Alexander que sonríe abiertamente al tenerme a su lado, yo sólo quiero irme con mi hijo lejos de este lugar.

El padre comienza a dar su sermón de las vidas y de lo sagrado que es el matrimonio, cosas que me hacen quedarme sin aire y que quiera gritar tan alto cómo pueda, mis nervios siempre están a flote. No hago nada mientras el cura da permiso de que tomen asiento los invitados, el padre anuncia algo al tiempo que se escuchan las puertas abrirse nueva cuenta, no me volteó porque estoy paralizada en mi lugar.

—¡El rey de Comarca se rehúsa a esta unión, padre Atraio!—me quedó helada al escuchar esa voz que me hace dar la vuelta sobre mis talones.

Lleva el cabello igual que la última vez que lo vi, su traje es negro totalmente como el de sus hermanos, sus ojos me enfocan y yo sólo siento las rodillas doblarse.

La Corona Del Príncipe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora