10

26 7 4
                                    

Tenía que llover

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Tenía que llover.

Estoy esperando al final del enorme jardín de los Wrestler por Madison cuando de pronto el cielo decide que es un estupendo momento para llover a cántaros.

Mis dedos sufren los estragos de los nervios que están volviéndome loco mientras los trueno uno y otra vez en un infructífero esfuerzo por distraerme de todo lo que en unos minutos podría terminar mal.

No estoy seguro de nada de esto, honestamente, no me parece para nada una buena idea dejar que Madison haga esto, pero la conozco y demasiado bien como para saber que, si no la apoyaba en esta locura, ella la haría de todas maneras.

Una vez que algo se mete en su cabeza, no hay poder en la tierra que logre sacarla de ahí.

Luego de unos minutos en que la lluvia finalmente se calma, logro ver entre la neblina que se ha apoderado del ambiente, a su silueta acercándose y justo cuando creo que viene sola, veo a la niña aferrada a su cuerpo.

La sube en el asiento de atrás de mi todoterreno y sin decir nada, le coloca el cinturón mientras la flacucha niña solo permanece inmóvil. Viste un conjunto de short y playera de color blanco que casi parece trasparente de tan mojado que está.

-Odio la lluvia -Madison finalmente se sube en el asiento del copiloto completamente empapada, pretendiendo ignorar el hecho de que prácticamente estamos secuestrando a una niña-. ¿Nos vamos? -me cuestiona cuando únicamente me quedo mirándola, esperando por un segundo que cambie de opinión y se de cuenta de que quizá sea una mejor idea acudir directo a mi madre.

Pondríamos a la niña de inmediato bajo custodia de la A.I.C.E.I y luego ellos se encargarán de terminar con el laboratorio. Pan comido. Mi madre puede hacer eso en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Estás segura de querer hacer esto? -miro de reojo a la niña que observa como las ya ligeras gotitas de agua dejan pequeños puntos en el cristal. No se ha movido ni un centímetro de como la dejó Madison hace un minuto.

-¿Me harás devolverla? -me cuestiona como si hablará de una compra innecesaria y no de una niña que no tiene siquiera la más mínima idea de lo que estamos haciendo.

-Es... adorable -comento en lugar de decir lo que realmente pienso y esta vez logro atraer la atención de la pequeña, cuyos ojos enormes y azules me miran como si le pagaran por hacerme sentir como un fantasma aterrador-. ¡Bienvenida a San Francisco! -exclamo un poco más fuerte de lo que debería para aligerar la tensión, pero en cambio su cuerpo se estremece ante la manera repentina en que alzo la voz-. Mierda, lo siento... no quise...

-Levy... -Madison insiste cuando comienzo a divagar dándole tiempo a que se arrepienta, pero cuando eso no sucede, no tengo más remedio que encender la camioneta para largarnos de aquí.

Tres horas después, estamos lo suficientemente lejos de San Francisco. Afuera todo es oscuridad y la carretera está casi vacía con solo los faros del Jeep iluminando nuestro camino.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now