34

22 6 7
                                    

En medio de mis terribles días llenos de dolor, hoy resulta uno bueno y estoy casi completamente consciente de todo lo que pasa a mi alrededor

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


En medio de mis terribles días llenos de dolor, hoy resulta uno bueno y estoy casi completamente consciente de todo lo que pasa a mi alrededor.

Las visitas de mi madre son cada vez menos frecuentes pues mi actitud se ha encargado de mantenerla alejada, pero no lo controlo, simplemente hay una parte de mí que de pronto explota en rabia contra ella, como si todo esto fuera su culpa, aunque sé que no es así.

Ella está ahora criando a Alison en un pequeño departamento en que ella solía vivir a las afueras de la ciudad antes de casarse con mi padre, he de admitir que ambas se ven felices juntas y la niña cada vez tiene una sonrisa más grande en su boca lo que, aunque sea por un momento, me hace sentir que todo esto si vale la pena.

En cuanto a mí salud, estoy más débil que un recién nacido, de hecho, creo que un neonato podría tener más fuerzas que yo en estos momentos.

Mi cuerpo ya no digiere nada, todo lo que entra a mi boca termina en el suelo. Cualquier toque o golpe pequeño me crea un moretón enorme. Mis riñones están fallando. Cada día estoy más amarilla a causa de mi hígado que parece estar rebelándose contra todo intento por curarlo y mi corazón no se escapa de la lista de fallos; subiendo y bajando su ritmo con cada segundo que pasa.

De alguna manera, lo único que se mantiene igual es el dolor. Todo duele como el infierno convenciéndome de que cada día estoy más cerca de morir.

Así que he decidido usar el tiempo que me queda para preparar, en la mayor medida posible a todos los que me importan para mi partida.

-¿Sigues ahí? -Levy habla demasiado cerca de mi cara y me sobresalto cuando logra captar mi atención-. Lo siento, no intentaba asustarte.

-¿Dónde están todos? -pregunto.

Hace un minuto el grupo entero de mis amigos estaba en el suelo, platicando acerca de un montón de tonterías que intentaban distraerme, pero que al parecer, terminaron fracasando.

-Se marcharon hace un buen rato -contesta-. Te despediste de todos.

Suspiro.

-Mi cerebro debe de estar comenzando a fallar -señalo y él solo me fuerza una patética sonrisa antes de sentarse a mi lado en la cama-. ¿Dónde está Dylan?

-Con tu madre y Alison. Se rehúsa a separarse de ellas -se burla-, dijo algo sobre un documental...

-¿Lo hará? -mi corazón da un pequeño brinco de emoción.

-Eso parece... -se encoge de hombros.

-Me alegra -admito-. ¿Me perdí de algo? -inquiero y tan pronto pregunto su rostro se ilumina.

-Jessica y yo encontramos un apartamento genial en Nueva York -anuncia-. No es perfecto... pero está muy cerca de Columbia. ¡¿Lo puedes creer?! Iremos juntos a la Universidad.

Sus ojos brillan de entusiasmo y no podría estar más feliz por él.

-¡Suena estupendo Levy! ¡Vas a ser un excelente abogado! -reconozco-. ¿Cuándo se van?

-En Agosto. Tendremos que comenzar a empacar muy pronto -responde-. ¿Qué hay de ti? ¿Estás lista para la experiencia de vivir en el campus?

Me río ante la ironía de su pregunta.

¿Acaso nadie ve que realmente estoy muriendo?

-¿Qué?

-Solo mírame -contesto mostrándole mis brazos-. ¿Crees que conseguiré ir así a la universidad? -mi voz se rompe y eso solo consigue ganarme una patética mirada por su parte.

He aceptado mi destino, estoy completamente convencida de que lo que sea que Wen planeó

que suceda pasará y estoy preparada para lidiar con ello. No necesito más pruebas, lo veo y lo siento venir.

-Te vas a mejorar -dice a pesar de que sus ojos demuestran que le resulta imposible de creer.

-Moriré Levy -anunció y esta vez, es el quién suelta la risa incrédula.

-Yo también, algún día, pero eso no significa que vaya a hacerlo ahorita o pronto -insiste-. No voy a dejar que hagas eso conmigo.

-¿Hacer qué? -pregunto y dentro de mí, mi estómago se hace un nudo enorme.

-Todo esto. Tu... tu clase de charla de estarás bien cuando me muera y toda esa mierda -reprocha-. No me alejaré y tú no vas a ir a ningún lado. ¿Entendiste?

Un ardor increíble, como si tuviera una fogata encendida en mi estomago se apodera de mí y sus palabras solo logran avivar el fuego cuando comienza a caminar en círculos, mareándome.

-Levy...

-¡No! No dejaré que intentes distraerme como lo hiciste con Dylan, como lo has hecho con todos...

Se mueve por la habitación, hablando rápido, sin sentido y sin detenerse, tanto que tengo que desviar la mirada para evitar seguir viendo sus movimientos, solo consiguiendo empeorar mis síntomas cuando sus acciones se replican en el espejo.

Y entonces, es mi brazalete quien le advierten que se detenga y que algo claramente está muy mal.

-Mierda -balbucea el chico-. ¿Qué tienes? ¿En dónde está tu madre?

-No está aquí -anuncio intentando calmar las náuseas que de pronto también se deciden por aparecer y en segundos término vomitando algo que para mi sorpresa no es comida, sino sangre.

Sangre que quema toda mi garganta a su paso y me hace sentir como si arrancara un pedazo de mí tras cada arcada y cada vez con más intensidad.

¿Así acaba todo?

-¡Oh por Dios! ¡¿Qué hago?!

Los nervios se apoderan de mi amigo quien a mi lado intenta tranquilizarme cuando me suelto a llorar por la terrible sensación.

-¿Hace cuanto comenzó? -Wen corre hasta mí tan pronto la puerta le da acceso y luego siento su mano en mi barbilla intentando levantar mi cara para hacer que lo mire directo a sus azules ojos.

-Haz que... pare -intento suplicarle mientras la sangre restante escapa de mi boca como si acabara de estar en una pelea.

-No hables, te destrozaras la garganta. Ya terminó -me dice limpiándome con una delicadeza que jamás pensé recibir de su parte-. Estás ardiendo.

-¿Qué fue eso? -pregunta Levy mientras el odioso hombre continúa atendiéndome.

-Se le conoce como hematemesis y a este paso pudo haber sido causado por cualquier cosa -explica antes de levantar la mano y luego de un chirrido posiciona el enorme aparato que cuelga del techo sobre mi cuerpo, presionando un botón que reclina la cama hasta dejarme completamente acostada-. No va a dolerte, mantente quieta, ¿de acuerdo?

-¿Qué es esa cosa? -insiste Levy nervioso.

-Se llama Signefrex -contesta-. Restablecerá sus signos vitales. Está hecha un desastre.

Por tu culpa, pienso al tiempo que la máquina enciende un millón de diminutos focos sobre mí y comienza a emitir un ruido blanco que resulta completamente tranquilizante. Logrando distraerme del resto de la conversación entre mis acompañantes hasta que como siempre lo hago, vuelvo a quedarme dormida.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now