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Juro que veo mi vida entera pasar frente a mis ojos

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Juro que veo mi vida entera pasar frente a mis ojos. Veo a Jessica vestida de blanco mientras camina al altar en donde la espero con el hermoso atardecer de Hawai'i detrás de nosotros. Me veo lanzando el birrete el día de mi graduación hasta el cielo con el resto de mis compañeros e imagino a mi mejor amiga sosteniendo a su primer hijo en brazos.

En cuestión de segundos todas esas imágenes cruzan mi mente como una lluvia de estrellas fugaces antes del impacto, pero el fuerte golpe, jamás llega.

Mi pie presiona el freno de la camioneta hasta el fondo y tengo el corazón a punto de brincar de mi pecho hasta el suelo cuando reacciono y el lujoso deportivo rojo que se cruzó en mi camino está a milímetros de mí.

Tres enormes y costosas camionetas negras flanquean mi auto dejándome a completa merced de mis captores.

Un hombre de cabello casi anaranjado baja del deportivo y con él, el resto de las personas que conducían los vehículos.

Estamos a mitad de la nada, en el lugar ideal para desaparecer a alguien fingiendo que su muerte fue ocasionada por un terrible accidente. A decir verdad, mientras los hombres se acercan, por mi mente fluyen ideas de lo que escribirán en mi obituario cuando muera:

Levy Blanchard: murió siendo absolutamente nadie.

-Buenas tardes -el hombre se aproxima a mi ventana.

-¿Puedo ayudarlo? -inquiero bajando del auto.

-¿Que si puedes ayudarme? -ríe con un ridículo acento británico-. ¿De dónde vienes?

Los acompañantes abren las puertas traseras de mi camioneta y revisan cada centímetro en busca de algo.

-No lo... no lo sé -me distraigo-. ¿Me pueden explicar que es lo que hacen?

Al no encontrar absolutamente nada, los hombres comienzan a escanear cada parte del auto con ayuda de unas lámparas de luz negra que les permite ver toda la suciedad que ante mis ojos era prácticamente invisible.

-¡¿Dónde está?! -ladra.

-¿El qué?

-La niña -anuncia el hombre.

Las palabras de Madison vuelven a mi mente enseguida.

«Mi madre cree que no irán tras de ti porque levantaría sospechas en tu madre y le estarían dando motivos para atacarlos».

Dios, espero que tengas razón.

-Oh, ¿así que tú eres él? -me río-. Wen Hoffman en persona.

El hombre entrecierra los ojos intentando descifrar mi actitud mientras que entre el resto de sus hombres reconozco al padre de Madison, quien se acerca de inmediato.

-Levy, necesito saber a dónde llevaste a mi hija -me dice el señor Wrestler-. Estará en muchos problemas si no vuelve pronto.

-Nah, ella estará bien. Ustedes son los que tendrán bastantes problemas si no las encuentran y si no me dejan ir ahora mismo, bastará con que haga una llamada y en cuestión de minutos la A.I.C.E.I sabrá todo.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now