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La cabeza me duele horrores cuando despierto y tengo una enorme laguna mental que no permite recordar como llegue aquí, ni donde es que estoy

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La cabeza me duele horrores cuando despierto y tengo una enorme laguna mental que no permite recordar como llegue aquí, ni donde es que estoy.

La habitación apenas está iluminada, estoy en un sofá extremadamente viejo y que huele a humedad y todo parece girar a mi alrededor.

Alguien llama mi nombre y dos personas aparecen frente a mí balbuceando un montón de tonterías que no logro procesar antes de que sin más... vuelva a quedarme dormida.

No pasa mucho tiempo, o al menos no lo creo, antes de que alguien me mueva insistente y luego mi nombre es lo que escucho que me arrastra fuera de la inconsciencia hasta que logro abrir los ojos, y entonces, es mi madre quien me da golpecitos en la mejilla.

Tiene los ojos irritados como si hubiera llorado todo este tiempo, pero a pesar de ello me sonríe enormemente cuando logro verla.

-Ma..má -balbuceo como puedo antes de que me jale en un abrazo que al fin parece real.

En mi inconsciencia, soñé, puedo recordar eso. Podía ver cosas y todo parecía confuso, pero no recuerdo de que trataba todo eso, no puedo recordar nada.

-¿Dónde estoy? -pregunto cuando me ayuda a sentarme. La cabeza me pesa y siento como si mi cuello fuera a romperse intentando sostenerla.

-Estás en casa cariño -me dice, pero no logro reconocer este lugar-. Estamos en el sótano, tus amigos están aquí también.

Unos muy golpeados chicos se acercan y me fuerzan unas patéticas sonrisas que apenas logro ver.

Me siento extremadamente cansada.

-¿Qué pasó...? -intento preguntar-. No me...-suspiro-. No me siento bien.

Mi madre se sienta a mi lado y luego de tomar mi mano, me abraza hasta dejarme recargar la cabeza en su hombro y por algún motivo comienzo a llorar.

-Estás bien Maddie. Ellos te dieron un tranquilizante para poder traerte de vuelta, es el efecto del somnífero, estás a salvo. -me dice-. Lo hiciste muy bien, el efecto pasará en un instante.

-¿Alison...?

-Ella está bien. El C.G.I solicitó hacerle algunos exámenes para evaluar su salud y están trabajando en ello.

-¿El C.G.I? -pregunto y para mi suerte tal y como lo dijo mi madre, la sensación de mi cuerpo comienza a desvanecerse.

-¡Georgina! -alguien la llama del piso de arriba y mi madre suspira antes de forzarme una sonrisa.

-Hablamos luego, ¿de acuerdo? -me despide con un beso en la frente y sin más, se marcha.

No pasa mucho tiempo antes de que Levy tome su lugar.

-¿Cómo te sientes? -pregunta.

-Como si un camión me hubiera arrollado -confieso sintiendo la mirada de Dylan del otro lado del sofá, viéndonos como un cachorrito arrepentido que no creo poder soportar cerca un segundo más-. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué hacías en Los Ángeles?

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora