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El mismo guardia de hace poco más de diez testigos llama a otra persona mientras yo solo observo las líneas de mis manos transpirar intentando distraerme de la avalancha de información que llega tras cada interrogatorio

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El mismo guardia de hace poco más de diez testigos llama a otra persona mientras yo solo observo las líneas de mis manos transpirar intentando distraerme de la avalancha de información que llega tras cada interrogatorio.

-Madison, es tu turno -Levy susurra a mi lado y de pronto, siento como la sangre se va de mi cuerpo-, tienes que ir -insiste cuando soy incapaz de moverme.

Un guardia me guía hasta el estrado y el hombre que me mandó a llamar me repite las mismas instrucciones que siento que ha dicho ya cientos de veces.

-Levanta tu mano izquierda y coloca la otra sobre la Biblia -obedezco tal y como lo indica-. ¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad?

-Lo juro -respondo sin alternativa.

-Diga su nombre y edad para el registro y tome asiento.

-Soy Madison Wrestler y tengo diecinueve años -la voz me tiembla al hablar y mi mente comienza a divagar desde el momento en que me siento en el estrado.

Desde aquí, la sala luce más grande de lo que parecía. Repleta de personas y científicos que me miran expectantes, listos para juzgar cualquier cosa que consiga salir de mi boca.

-Señorita Wrestler, ¿a qué se dedica? -me pregunta el abogado de Wen.

-Estudio mi último año en la preparatoria Autumn aquí en San Francisco -respondo lo mejor que puedo.

-¿Cómo le va en eso?

-Bien -respondo-, soy la mejor de mi clase.

-Mis felicitaciones -responde hipócritamente y solo me esfuerzo por mostrar una media sonrisa llena de nervios-. Aparte de asistir al colegio, ¿realizas alguna otra actividad?

-Yo... practico tenis -contesto.

-Un deporte que requiere bastante disciplina y agilidad -señala-. ¿Con qué frecuencia lo practicas?

-Solía hacerlo todos los fines de semana -respondo y él me sonríe.

-Encantador -comenta-. Cuéntanos, Madison, ¿cómo fue que te enteraste de tu aportación como experimento del Centro Global de Investigación? -cambia abruptamente de tema y aquello finalmente llama mi atención.

-Escuché una conversación de mis padres con el doctor Hoffman -confieso.

-Previo a eso, ¿conocías el trabajo que realizaban tus padres?

-No -respondo.

-¿Nunca preguntaste?

-Sí, casi todos los días desde que tengo memoria -admito.

-¿Qué respondían?

-No lo hacían -contesto recordando todos esos momentos de haberlo intentado-, apenas lograba cruzar palabra con ellos.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora