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Sin exagerar creo que me pruebo veinte vestidos diferentes en una misma tienda

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Sin exagerar creo que me pruebo veinte vestidos diferentes en una misma tienda.

La encargada va y viene vuelta loca cargando con los vestidos que mi madre le entrega para que me pruebe y me cuesta demasiado seguirle el ritmo. Cada que salgo de un vestido para entrar en otro, siento como si fuera a caer inconsciente y nadie fuera a notarlo porque quedaría sepultada debajo de la enorme pila que ella descarta luego de probármelos.

Créanme, si fuera por mí me habría quedado con el primero que me puse y que, según la encargada, "lucía fantástico en mí," pero, en cambio, solo intento complacer a mi madre que luce extremadamente entusiasmada criticando cada uno de los vestidos que me pruebo como si estuviera en una pasarela.

«No me gusta el escote tan amplio», dijo sobre aquel vestido negro, «preferiría un poco más de pedrería en ese corsé», comentó acerca del vestido rojo justo cuando antes había preferido menos brillo en el vestido azul. «No entiendo la idea de hacer un vestido de dos piezas. En todo caso sería una blusa y una falda larga y pesada», señaló, «ese vestido no deja mucho a la imaginación», concluyó sobre el amarillo.

Si su pasión no hubiera sido la medicina, no me sorprendería el hecho de que le hubiera encantado convertirse en diseñadora de modas o algo por el estilo. Es asombrosa dibujando y siempre ha tenido normas estrictas cuando se trata de moda o la forma en que alguien debe lucir.

«Mucho es demasiado pero poco no es suficiente», es la frase que crecí escuchando, algo que para mí es un tanto exagerado, pero que, para ella, siempre ha sido vital.

Me pregunto si habrá sido así justo como me crearon en aquel laboratorio: «démosles a sus ojos el color verde de los ojos de Sean.» «El cabello rubio y los ojos de color son demasiado comunes, démosle a su cabello un tono más oscuro». «No me gusta una apariencia tan débil y delgada, hagámosla lucir con un cuerpo más fuerte, sano y esbelto».

-¡Me encanta ese! ¡Es perfecto! -mi madre chilla cuando salgo del probador por milésima vez y me mira con ojos vidriosos-. ¿Te gusta?

La verdad es que ni siquiera me he visto al espejo, perdí el interés luego del vestido número diez y lo más que sé de este es que es del mismo verde que tienen mis ojos haciéndolos resaltar aún más.

-Sí, es muy bonito -contesto mostrándole la mejor sonrisa de la que soy capaz.

-¡Llevaremos ese! -le informa a la encargada y luego busca por su teléfono que comienza a sonar a todo volumen en la boutique.

Me tomo el tiempo del mundo en cambiarme mientras ella toma la llamada y cuando salgo, la expresión de su rostro es completamente diferente a la que tenía cuando me fui. Tiene la mirada ausente, la piel completamente pálida y luce como si hubiera visto un auténtico fantasma.

-Mamá, ¿estás bien? -pregunto-. ¿Qué sucede?

-¿Estás lista? -dice tan pronto como la toco y logro hacerla reaccionar.

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora