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Si bien, podría ser nombrada la peor surfista en la historia de existir algún premio para ello

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Si bien, podría ser nombrada la peor surfista en la historia de existir algún premio para ello.

Contando ésta, es la veinteava vez que caigo de la tabla a mitad de intentar tomar una ola y termino de vuelta en la playa tras ser arrastrada por el mar, con el cabello y la ropa llena de arena y tan empapada que se ciñe a mi cuerpo como una segunda piel.

Dylan, por otro lado, lo hace como todo un profesional y a pesar de que en esta última ocasión intentó que tratáramos de montarnos en la misma tabla, yo termino de vuelta en la orilla completamente avergonzada.

-Ese debió de haber sido el mejor intento de todos -aplaude, riéndose a carcajadas mientras regresa a mí. Yo también rompo en risas de tan solo imaginar lo ridícula que debí de lucir.

-En mi defensa esa ola era gigantesca -contesto.

-Por favor, ni siquiera medía más que tú, apuesto a que Alison pudo haberla tomado -se deja caer a mi lado, con la playera tinta que viste resaltando cada aspecto de su cuerpo perfectamente trabajado cuando se pega a él.

El sol resplandece en el horizonte, regalándole a su piel ese brillo dorado único de esta hora de la tarde, que hace lucir a su rostro como algo aún más admirable.

-Carajo, ni siquiera necesitas maquillaje -exclama cuando sus ojos encuentran los míos que lo admiran como una boba y luego sonríe cuando su comentario consigue sonrojarme.

-Tú tampoco necesitas maquillaje -señalo en un intento estúpido por agradecer su cumplido que termina haciéndolo sacudir la cabeza.

-Bueno, Madison. ¡Felicidades! Acabas de matar el romance.

-Sí -arrugo la nariz-. Jamás he sido muy buena con eso.

En respuesta él se muerde el labio, de la manera más atractiva posible y después de que sacude la arena que ha logrado esconderse entre los rizos despeinados de su cabello; extiende uno de sus brazos hacia mí.

-¿Qué?

-Por suerte para ti, soy el amo del romance -anuncia recuperando la confianza que desde que me invitó a salir parecía inexistente.

-¿Ah sí? -lo cuestiono.

-Ven aquí. ¡Apreciemos románticamente el atardecer! -insiste y a pesar de que todo el gesto, su apariencia y nuestro entorno parecen el ambiente perfecto para ello, mi tonta falta de experiencia me lleva a hacer un aún más estúpido comentario.

-Como futura referencia, señor amo del romance; he de señalar que decir que algo debe de hacerse románticamente, le quita por completo el toque romántico que intentabas darle.

-Sólo ven aquí -se burla.

-Además, ¿no crees que recargarme en tu brazo haría que el observar el atardecer fuera incómodo en lugar de romántico?

EL CÓDIGO QUE NOS UNE (Edición Final) ©Where stories live. Discover now